Me gustaría comenzar agradeciendo a los organizadores de este VII Encuentro IBERCARTO su invitación para participar en esta nueva edición y desearía personificarlo en el director del Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña, Jaume Miranda i Canals, y por supuesto, en Carme Montaner y Noelia Ramos, ambas pertenecientes a la Cartoteca de Cataluña, verdaderas heroínas de este evento. Desearía felicitarles por su excelente trabajo, y por supuesto, también me gustaría dar las gracias a todos los presentes, por regalarme su atención y su tiempo durante unos minutos.

Desde hace algún tiempo, las exposiciones temporales se han consolidado como la mejor opción para la difusión de aquellos bienes culturales que por su singularidad no pueden ser expuestos de manera continuada y permanente en nuestros museos y galerías. Es el caso de la documentación cartográfica. 

Sin embargo, las limitaciones espacio-temporales que caracterizan estas exposiciones y los rasgos tan particulares de conservación y diversidad de formato de nuestros mapas, obligan a sus organizadores a tener en cuenta circunstancias particulares que condicionan poderosamente el proceso expositivo.

El 17 de diciembre de 2015 se inauguró en el Museo Naval de Madrid, la exposición Dueños del mar, señores del mundo. Historia de la cartografía náutica española y se mantuvo en cartel hasta el día 22 de mayo, tras una prórroga de dos meses sobre su fecha oficial de cancelación, programada para el 27 de marzo de 2016.

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Figura 1. Exposición temporal Dueños del mar, señores del mundo. Historia de la cartografía náutica española. Museo Naval, Madrid. Diciembre 2015-Mayo 2016

Con la presente comunicación, a través de mi experiencia como comisario de la mencionada exposición, lo que se pretende, en breves pinceladas, es hablar, no tanto de la teoría, ni del esquema básico y programado de una exposición, sino aportar algunas reflexiones personales sobre el proceso expositivo, que nos ayudarán a recorrer el camino que transcurre desde la teoría hasta la práctica, y que quizás puedan resultar útiles en futuros proyectos.

La teoría: Una exposición sobre el papel

Es innegable que, desde hace algún tiempo, las exposiciones temporales han incrementado exponencialmente su presencia en nuestros museos y galerías. Y este progresivo aumento ha generado, desde hace unos años, la tímida aparición de literatura sobre el asunto. Los primeros textos que se editaron se centraron, quizás de manera excesiva, en la sistematización, la metodología y la gestión, ciñéndose exageradamente a los procedimientos administrativos, jurídicos y técnicos de la Administración y del Ministerio de Cultura. Aun así, no debe ponerse ningún pero, puesto que se erigieron en referencia fundamental con el rango de manuales de procedimiento1.

En este sentido, como orientación, cabe destacar la obra publicada en 2006 por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura, titulada Exposiciones temporales: organización, gestión y coordinación2. En este manual se intenta establecer un modelo de gestión y procedimiento con un «lenguaje compartido que permita un mejor entendimiento entre museos y órganos superiores»3. Según palabras recogidas en la presentación, dicha publicación trata de facilitar «la realización de tareas similares por parte de todos aquellos profesionales relacionados con el movimiento de bienes culturales»4. Es interesante la relación de legislación que afecta a préstamos temporales, incluida en la publicación, que comienza con la aprobación del Código Civil español en 1889 y llega hasta nuestros días. 

Dos años más tarde, en 2008, aparece Conservación preventiva y procedimientos en exposiciones temporales, libro en el que trabajaron representantes de los distintos agentes que intervienen en una exposición temporal: conservadores de museo y especialistas de empresas, de distintas nacionalidades, que trabajan al servicio de estos proyectos expositivos, y que aportaron la experiencia de sus respectivas culturas en la manera de organizar exposiciones. Con esta obra se cubrió el vacío que sobre conservación preventiva dejó la primera, quizás, como dije anteriormente, excesivamente preocupada de los marcos administrativos y jurídicos vigentes.

Se trata de un manual más ajustado a la práctica, en el que se tienen en cuenta las necesidades de conservación en todo el proceso expositivo y se recogen buena parte de las limitaciones que caracterizan estas exposiciones y que obligan a sus organizadores a reparar en circunstancias particulares que condicionan poderosamente el proceso expositivo. Se pretende con esta guía, a través de una adecuada gestión de conservación preventiva, evitar problemas que tendrían como consecuencia retrasos innecesarios, aumentos presupuestarios e incluso, modificaciones del proyecto original. 

La práctica: El tiempo y las fechas en una exposición

Una vez vistas estas dos referencias teóricas sobre el asunto que nos ocupa, pasaríamos a la práctica, comenzando con una pregunta: ¿Cuánto debe durar una exposición temporal de cartografía?

Ciertamente, no hay regla escrita en este sentido. Los plazos que normalmente se barajan, suelen moverse entre los tres y los seis meses. En nuestro caso, Dueños del mar, señores del mundo, se aprobó para cuatro meses, plazo cada vez más empleado en este tipo de exposiciones, y posteriormente, se prorrogó dos meses más.

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Figura 2
. El Mediterráneo, centro de un mundo incompleto. 
Las exposiciones temporales se han convertido en una de las mejores opciones para difundir la documentación cartográfica.

Para determinar una correcta duración, es necesario buscar un término medio, un equilibrio, entre tres variables esenciales a la hora de planear una exposición temporal:

  • La correcta conservación del patrimonio.
  • El esfuerzo humano y económico empleado en el proceso organizativo, antes, durante y después.
  • El empeño en acercar nuestros mapas a la mayor cantidad de público posible. 

En cuanto al primer punto, la conservación de los mapas, algunos autores afirman con razón, que acontece en todas las fases de la exposición:

  • En la previa, meses antes de la inauguración, puesto que condiciona el préstamo de obras. Efectivamente, hay determinados documentos que por su delicado estado de conservación o por el riesgo que para su integridad significaría un movimiento de este tipo, presentan limitaciones para posibles préstamos.
  • También es necesario vigilar la fase de manipulación, embalaje, transporte y montaje de los documentos. Es el momento de examinar la naturaleza de los soportes que entrarán en contacto con las piezas en exposición, y que por lo tanto deben ser químicamente estables, y la necesidad o no de vitrinas para mayor protección de la obra. No debemos olvidar, que este es un proceso doble pues una vez clausurada la muestra hay que realizar el procedimiento inverso de recogida y devolución a los centros prestadores.

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Figura 3. La fase de manipulación, embalaje, transporte y montaje de los documentos es una de las más delicadas del proceso expositivo.

  • Y por supuesto, tras la inauguración, la sala de exposición se convierte en el lugar en el que pueden influir un mayor número de agentes externos. Por un lado hay que tener en cuenta el control de circulación para las consiguientes medidas de seguridad; el control de la iluminación; la vigilancia medioambiental de temperatura y humedad, variables según la afluencia de público en determinados momentos, etc.

Una correcta conservación, además, nos permitirá cumplir con la misión última de difundir los fondos conservados. Por todo ello, estaremos de acuerdo, en que, como afirma Javier Tacón, todos los esfuerzos y recursos que se empleen por las instituciones en la prevención del deterioro de fondos documentales, serán pequeños comparados con los necesarios para la intervención en obras deterioradas5.

Aun así, y, por supuesto, lejos de restarle la verdadera importancia que tiene la conservación en una exposición, no debemos caer en falsos alarmismos cuando escuchamos a algunos autores afirmar que la proliferación de exposiciones temporales está poniendo en peligro la estabilidad de una buena parte del patrimonio.

Es más, incluso podría romperse una lanza a favor de las exposiciones temporales, porque en las distintas instituciones que custodian documentación, aparte del programa de restauración establecido periódicamente, ciertas actuaciones sobre los mapas se producen como consecuencia de una solicitud de préstamo, a partir de la cual se actúa de manera inmediata sobre mapas, cartas o planos pendientes de su tratamiento de restauración. 

La segunda variable a la que nos hemos referido para encontrar el equilibrio en una exposición temporal es el extraordinario esfuerzo personal y económico que supone una muestra de este tipo. Son aspectos estos, que sirven para justificar que una exposición temporal sea lo menos temporal posible y que se alargue en el tiempo, razonablemente, pues se trata de rentabilizar los medios humanos y económicos empleados en su montaje. No debemos olvidar que una exposición temporal no comienza el día de su inauguración al público, sino que hay mucho tiempo de trabajo previo, periodo que siempre será más extenso que los pocos meses que durará la exposición. Hay, pues, que valorar también, lo que el público no ve.

Enlazaríamos de esta manera con la última propuesta planteada para conseguir un plazo razonable expositivo, que no es otra que la de cumplir con el compromiso de que sea el mayor número posible de personas las que puedan acceder a estas exposiciones y conocer y admirar nuestros mapas. Precisamente, las características tan particulares de conservación y la diversidad de su formato hacen que pasen la mayor parte de su vida dormidos en los depósitos de las distintas instituciones que los conservan. Y, precisamente, gracias a las exposiciones temporales, algunos de ellos, un grupo reducido y selecto, son rescatados de su sueño y exhibidos al público durante algunos meses.

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Figura 4. Historia de un mapa. Instrumentos, soportes y procedimientos utilizados para la construcción de mapas en el siglo XVIII.

Para terminar con este apartado sobre los tiempos en una exposición, hablaremos brevemente de un aspecto a tener en cuenta: la fecha de su inauguración. En este sentido es importante tener en cuenta algunas festividades señaladas. Los meses de diciembre y enero son extraordinarios para mantener abierta una exposición, porque diciembre comienza con una semana de fiestas unidas o próximas a fin de semana– el día seis se conmemora la Constitución Española, y el ocho la Inmaculada Concepción-, finalizando con la semana de Navidad, cuyas vacaciones en muchos casos se prolongan hasta los primeros días de enero. 

Prueba de ello, es el análisis del calendario de exposiciones que han pedido cartografía al Archivo del Museo Naval durante los últimos doce meses. Del mismo se desprende que el setenta por ciento de las solicitudes han sido para exposiciones cuya fecha de inauguración se sitúa entre el mes de noviembre y los primeros días de diciembre. Vemos pues, según las fechas de clausura, que suelen ocupar el invierno y la primavera, mientras que el verano se explota más en zonas costeras con importante turismo estival. Cómo ejemplo, nos puede servir la exposición La ilusión del Lejano Oeste, organizada por el Museo Thyssen-Bornemisza, especialmente dedicada a la pintura y el dibujo, aunque también contaba con la presencia de mapas. En este caso del Archivo del Museo Naval y del Archivo General de Indias. Fue inaugurada el 4 de noviembre de 2015 en Madrid, donde paso el invierno y la primavera; en junio, se trasladó a San Feliú de Guíxols, donde se encuentra en la actualidad aprovechando el periodo estival y la afluencia de turistas a la Costa Brava, y en el mes de noviembre viajará, en su último movimiento a Málaga, hasta el mes de marzo. 

Antes de seguir, y finalizando con las fechas, me gustaría dejar aquí un consejo. Es conveniente también tener en cuenta las fechas de elecciones, ya sean generales, autonómicas o municipales. La exposición Dueños del mar, señores del mundo, se inauguró un 17 de diciembre, jueves, para la prensa, y el 18, viernes, al público, y resultaron fechas bastante problemáticas para la asistencia de representantes de la administración -en mi caso, Ministerio de Defensa-, pues nos encontrábamos en plena campaña electoral, ya que las elecciones se celebraban el siguiente domingo, 20 de diciembre. Tampoco resultan ser fechas muy recomendables de cara a los medios de comunicación, pues unas elecciones copan absolutamente toda la información de los días previos a los comicios, lo que hace difícil una potente difusión de determinados eventos.

Una vez decididas las fechas y los plazos, comencemos a desarrollar la exposición.

Los tres pilares: Proyecto, discurso y selección de piezas y documentos

Los pilares básicos en los que debe sustentarse una exposición son: 

– La definición de un proyecto firme y sólido.
– La elaboración de un discurso expositivo coherente y atractivo.
– Una cuidada selección de bienes que sean capaces de trasladar al espectador el objetivo principal en la exposición, que en nuestro caso era dar a conocer la extraordinaria aportación de la cartografía náutica española en el conocimiento geográfico del planeta6.
Respecto al proyecto, debe procurarse, en todo momento, compaginar la aportación de un riguroso contenido científico y cultural con el aspecto divulgativo y didáctico, de modo que resulte estimulante y atractivo tanto para los especialistas y expertos, como para el público en general.

En cuanto a la elaboración del discurso expositivo en una exposición de cartografía, sin olvidar en ningún momento el componente divulgativo al que acabo de referirme, se trata de contar una historia con mapas. Y para ello, como toda historia que se precie de serlo, es necesario un protagonista principal. En el caso de la exposición que nos ocupa lo encontramos en España, pues después de revisar y valorar mapas y más mapas y releer la historia de la cartografía náutica mundial, llegamos a la conclusión de que muy pocas eran las naciones que podrían mantener su presencia en una historia tan larga, de casi ocho siglos de duración, con la continuidad y la grandeza que lo hacía España.

Al llegar al tercer pilar sobre el que debe sustentarse una exposición, la selección de piezas y documentos, el problema que se nos planteó fue el siguiente: “¿Cómo meter tanta historia en esta sala de exposiciones temporales?” o lo que es lo mismo “¿Cómo meter ocho siglos en unos cuantos metros cuadrados?”

Ni que decir tiene que esta puede convertirse en la labor más difícil y más ingrata de un comisario: elegir los documentos y piezas que finalmente integrarán la exposición. Cada descarte de un mapa, un instrumento, un modelo o un retrato se tornaba en decepción, pues es tal la riqueza patrimonial disponible, tanto en cantidad como en calidad, que resultaba complicado decidirse, ya que, invariablemente, toda elección llevaba implícita una eliminación.

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Figura 5. Instrumentos y cartografía náutica del siglo XIX. En la selección de piezas y documentos es fundamental conseguir un equilibrio para que la exposición resulte atractiva a todo tipo de público.

No obstante, si queremos conseguir el equilibrio que haga que la exposición interese tanto a los especialistas como a los profanos y curiosos, debemos evitar que se convierta en un muestrario continuo de mapas y dar entrada a piezas y documentos que revelen el antes, el después y el porqué de cada uno de los mapa elegidos. En el caso de Dueños del mar, señores del mundo, estuvieron presentes todos los agentes que intervienen en una carta náutica: los buques que navegaron y desde los que se hicieron las primeras mediciones, los instrumentos que se utilizaron para hacerlas, los marinos que manejaron dichos instrumentos y dibujaron los mapas, y hasta el papel y los procedimientos utilizados.

El desarrollo del proyecto: Exposición, catálogo y gestión administrativa

Para desarrollar los tres pilares de los que acabamos de hablar, es aconsejable dividir el proceso en tres ramas principales: la exposición, el catálogo y la administración, conectadas entre sí, por la figura del comisario.

Éste, como ideólogo de la misma, sería el encargado de «elaborar el proyecto científico-cultural y definir sus características, seleccionar y localizar los objetos a exponer y coordinar el discurso expositivo y el diseño de montaje»7. Habitualmente, un equipo técnico de asesores científicos apoyaría al comisario aportando información complementaria, redactando textos, etc.

Para comenzar a desarrollar la exposición, el primer paso consistiría en envolver las ideas y dar forma al proyecto expositivo. Para ello, equipos profesionales formados por arquitectos, diseñadores y otros especialistas en diferentes tareas complementarias y necesarias para un buen montaje expositivo, trabajarán para conciliar la estética con las  condiciones de conservación preventiva y seguridad necesarias.

Para ello es preciso el dibujo de planos para la construcción del espacio expositivo, a partir de los que se elaboraría un proyecto técnico de diseño que incluirá distribución y ubicación de las piezas, itinerario y circulación de visitantes. Labor del mismo equipo también sería el diseño de paneles y muros, vitrinas y soportes, de distintos materiales, así como la propuesta de iluminación y el diseño de la gráfica de la exposición8.

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Figura 6. Los mapas de los virreinatos, s. XVIII. El valor de una exposición reside en las piezas y documentos que se exponen.

Es esencial por parte del comisario el control del proceso del diseño de la exposición porque se trata de la imagen que vamos a dar, de lo que queremos enseñar y cómo lo queremos hacer. Aquí entra en liza el componente artístico de las empresas diseñadoras que en algunos casos entra en conflicto con la idea del comisario. Es importante que la escenografía no tape la importancia de las piezas y los documentos expuestos, pues son los que verdaderamente atesoran el valor y deben procurar atraer la atención, el interés y la curiosidad del visitante. Se trata, básicamente, de que el escenario no se coma a los actores. No debemos olvidar nunca que el valor está en las piezas y que la misión del diseño de una exposición es ensalzarlas y embellecerlas para que luzcan más aún en su exhibición.

La segunda rama en la que organizábamos nuestro proyecto está referida íntegramente al catálogo. Con su publicación conseguimos vencer al tiempo haciendo que el contenido de una exposición temporal no quede limitado a lo temporal, a lo caduco, o a lo provisional. Con él conseguiremos, que la muestra no nos deje tan sólo un recuerdo efímero, que poco a poco va quedando más lejano hasta perderse en el olvido. Con el catálogo haremos que la exposición perviva en el tiempo, y que se mantenga como referencia perenne e indeleble.

En nuestro caso pretendíamos que el catálogo fuera fiel al desarrollo de la exposición y justificara el subtítulo de la misma, para convertirlo en una obra a la que recurrir para releer la historia de la cartografía náutica española. Un grupo de autores expertos en las distintas etapas históricas de la cartografía, un diseño atractivo que respetara el interés por los textos, unas imágenes que realzaran la vistosidad de los mapas y un estrechísimo marcaje a la imprenta, que habitualmente nos ofrece y sugiere geniales y maravillosas ideas y opciones de diseño, tuvieron como fruto un catálogo, contra el paso del tiempo, que es el único rastro que nos queda de aquella exposición.

La tercera rama en nuestro organigrama es la relativa a la gestión y administración. Es necesario rodearse del personal técnico y administrativo capaz de aglutinar el proceso de gestión y tramitación jurídica, económica y administrativa que genera un evento de esta condición9.

La labor del personal de difusión y comunicación, encargado de la publicidad de la exposición hizo el resto y consiguió que Dueños del Mar, señores del Mundo, se haya convertido en un paso más en el camino de la difusión de nuestra cartografía y haya contribuido a promover nuevos proyectos de exposiciones de cartografía que ya están en marcha y veremos próximamente.

Esperamos que estas reflexiones fruto de la práctica en el comisariado de una exposición temporal de cartografía les sirvan en sus iniciativas futuras y desde aquí les animamos a despertar a nuestros mapas y sacarlos de los depósitos y almacenes de nuestros centros e instituciones para que todo el mundo pueda conocerlos y disfrutarlos…aunque sea en una exposición temporal.

Notas
1. (Sáez, 2009-2010: 292-295).
3. (Sáez, 2009-2010: 293). 
4. (Exposiciones temporales, 2006.
5. Tacón, 2008.
6. Moreno, 2015:24.
7. Exposiciones temporales, 2006:19.
8. Exposiciones temporales, 2006:10.
9. Exposiciones temporales, 2006:21.

Bibliografía

Colomar Albájar, María Antonia (2001): “Conservación del material cartográfico: preservación y restauración”. La Documentación cartográfica. Tratamiento, gestión y uso. Huelva. Jesús Jiménez Pelayo, Jesús Monteagudo López-Menchero (ed.) Universidad de Huelva.

Exposiciones temporales: organización, gestión y coordinación (2006): Madrid, Ministerio de Cultura, Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes.<http://www.mcu.es/promoArte/MC/ExpoTemp/Index.html>[Consultado el 30 de agosto de 2016]

Moreno Martín, José María (2015): Dueños del mar, señores del mundo. Historia de la cartografía náutica española. Madrid. Ministerio de Defensa, Secretaría General Técnica.

Sáez Lara, Fernando (2009-2010): “Recensiones bibliográficas”. Museos.es: Revista de la Subdirección General de Museos Estatales, nº. 5-6, pp.292-295.

Tacón Clavaín, Javier (2008): La conservación en archivos y bibliotecas. Madrid. Ollero y Ramos Editores.