El Archivo Ducal de Medinaceli (ADM) posee una rica colección documental iconográfica en la sección de “Mapas y Planos”, creada a partir de 1890 en la que fue su sede madrileña ‒en el palacio ducal del Paseo del Prado‒ por el archivero Antonio Paz y Mélia. Cuando éste publicó a principios del siglo XX sus Series de los más importantes documentos del Archivo y Biblioteca del Excmo. Sr. Duque de Medinaceli… (Paz, 1915) apenas se habían recopilado unos cuantos ejemplares. Con posterioridad la colección fue progresivamente aumentando con los aportes realizados por los sucesivos archiveros de la Casa Ducal hasta nuestros días, entre los que nos encontramos.

Actualmente el número de mapas y planos de la colección se aproxima al millar, y en su parte sustancial ha sido recientemente estudiada por el equipo de investigación1 del Proyecto I+D de excelencia del Ministerio de Economía y Competitividad HAR2013-41500-P, del que he sido su investigador principal (Sánchez González, 2017b). Este estudio contiene el Catálogo de la colección, a la que nos referiremos aquí reiteradamente.

1. Generalidades de la colección

Para entender mejor este importante material iconográfico debemos adentrarnos previamente en la dimensión del Archivo Ducal que custodia estos fondos. En este sentido, la de Medinaceli es una de las más importantes Casas nobiliarias españolas, tanto por su especial origen regio como por la política de alianzas desarrollada a lo largo de varios siglos con otras familias nobles de los diversos reinos peninsulares, lo que le aportó un inmenso patrimonio señorial dentro de la propia Península Ibérica y también en los dominios españoles continentales. Ninguna otra Casa nobiliaria tuvo un origen más encumbrado, cual descender de la antigua Casa Real de la dinastía Borgoña-Palatina pero con derechos al trono. Y es que los Medinaceli ostentan la línea de primogenitura de la antigua monarquía castellano-leonesa, en su condición de descendientes directos del hijo primogénito del rey Alfonso X el Sabio, el infante don Fernando de la Cerda, rama que quedó relegada del trono en el mismo siglo XIII. Y, pese a la pérdida de la Monarquía, la familia de la Cerda llegó a forjar ya en el siglo XIV un importante estado señorial en torno a la villa castellana de Medinaceli, sobre cuya base territorial el linaje fue amasando en adelante un inmenso patrimonio señorial, fundamentalmente mediante la agregación de otras importantes Casas de la más alta nobleza española, portadoras de otros extensos estados y señoríos repartidos a lo largo y ancho de la Península, que formaban un auténtico “estado dentro del Estado”. Toda esta riqueza patrimonial generó la formación y consolidación de un importantísimo Archivo histórico en el seno de la Casa Ducal, nutrido desde la Edad Media por la suma de los fondos de esas innumerables Casas nobiliarias agregadas y concentradas (Sánchez González, 2017a).

Actualmente el depósito contiene 75 secciones documentales, la mayoría correspondientes a las secciones orgánicas de esos cuantiosos estados señoriales agregados. Se completa, además, con otras secciones complementarias de diverso carácter, como la miscelánea “Archivo Histórico”, de altísimo valor cultural, que incluye las piezas textuales más selectas desde el punto de vista histórico, político, militar, artístico, literario o anecdótico del conjunto. De carácter facticio son las secciones de “Privilegios Rodados” y de Manuscritos e Impresos. Son abundantes las series de árboles genealógicos y escudos heráldicos que custodia el Archivo. En este grupo se ubica también el embrión de colección de “Mapas y planos”, que aquí nos atañe, integrada hoy por ese casi millar de piezas, algunas de ellas de gran valor histórico y también artístico por su extraordinaria belleza. Abarca, al menos, desde el siglo XVI hasta el XX, predominando la documentación de los siglos XVIII y XIX. El material está realizado en su mayor parte a tinta en papel -salvo algún caso excepcional en pergamino-, coloreado normalmente a la aguada. Los mapas y planos suelen presentar la escala en que están realizados y algún tipo de explicación, leyenda o rotulación.

Las representaciones monumentales, urbanas, cartográficas e iconográficas abarcan geográficamente toda España y también algunos territorios del continente europeo -principalmente Francia, Italia y los Países Bajos-, además de determinados ejemplares del norte de África y el Nuevo Mundo. En cuanto a su ámbito temático la gama es diversa: representación del territorio, urbanismo, obras de construcción agraria e industrial, bocetos artísticos, croquis de campañas bélicas, etc. Una documentación que, por su riqueza y variedad, tiene un especial interés para la Historia socio-económica, la Historia de las instituciones, la Historia político-militar y la Historia de la cultura y el arte.

Toda esta documentación se conserva actualmente en la doble sede que tiene el Archivo ducal: la Casa de Pilatos en Sevilla y el antiguo Hospital de San Juan Bautista, o Palacio Tavera, en Toledo. En Sevilla se encuentran las secciones puramente andaluzas y, en Toledo, las restantes secciones documentales de los Medinaceli. En el caso que nos ocupa, la mayor parte de la colección de mapas y planos se encuentra en Toledo (más datos en Sánchez González, 2017c).

1.1.Procedencia del material
Obviamente todo este amplio material iconográfico procede de los aportes documentales de los muchos archivos incorporados al Ducal de Medinaceli a través de las agregaciones de los distintos y numerosos estados señoriales y Casas nobiliarias vinculadas a los Medinaceli con el paso de los siglos (Sánchez, 1997 y 2017a). Por resaltar algunas de las más significativas, traemos aquí a colación las posesiones catalanas de estados tales como Ampurias, Pallars u Osona (que fueron dominios feudales soberanos surgidos al amparo de la llamada “marca hispánica” carolingia, desgajándose de este Imperio en la alta Edad Media), Prades, Entenza, Aytona, Camarasa y otros estados y baronías (también emplazados en el Principado catalán); Segorbe, Denia y Cocentaina (en tierras levantinas del antiguo reino de Valencia); Lerma, Santa Gadea, Buendía, Villalonso, Las Navas-El Risco, Cogolludo, aparte el propio estado principal de Medinaceli y los dominios jurisdiccionales del Adelantamiento Mayor de Castilla (en la meseta norte castellana y antiguo reino de León); Paracuellos y Malagón (en zonas del centro peninsular y tierras manchegas de la meseta sur); Ribadavia, Puebla de Parga, Cillobre, Junqueras, Torés, Amarante, Teanes, San Miguel das Penas, Oca u Orense (en Galicia) y otros dominios repartidos por la cornisa cantábrica; Ricla, Villafeliche, Alfamén, Peralta de la Sal, Alfajarín, Cuatro Castillos, Hoz y otras baronías de la Casa de Castro (en Aragón), etc. En Extremadura, las secciones de los estados de Feria (que engloba la documentación histórica del condado y ducado del mismo nombre, más el marquesado de Villalba), y de Medellín (que alberga el fondo particular de este condado); y, en Andalucía, las secciones de El Puerto de Santa María, Alcalá de los Gazules, Tarifa, Castellar (de la Frontera), Alcalá de la Alameda (en el antiguo reino de Sevilla), Priego, Comares, Benadalid y Benalauría (en el reino de Córdoba y en los reductos nazaríes del reino de Granada), Santisteban del Puerto, Solera y las posesiones próximas a Úbeda de Francisco de los Cobos como Sabiote (en el Santo reino de Jaén). A esta larga nómina, que deja fuera otros muchos dominios peninsulares de la Casa Ducal, hay que añadir un fondo portugués relativo a las posesiones de la Casa de Caminha, los condados de Vila Real, Alcoutim, Valença y Valadares, marquesado de Vila Real y ducado de Caminha, preferentemente (Sánchez González, 1990). Obviamente, todas estas posesiones que recalaron en la Casa Ducal de Medinaceli tienen sus fondos documentales en el Archivo. Son las secciones orgánicas de estados, a las que antes nos referimos.

2.Una colección iconográfica singular

De todo ese amplísimo banco de datos que es el Archivo Ducal de Medinaceli, nos centramos ya concretamente en su colección de Mapas y Planos, auténtica protagonista de este trabajo, ocupándonos de su origen, sus agentes principales, procedencias, ámbito territorial, cuantificación, cronología, estado de conservación general, temáticas y singularidades.

En cuanto al origen, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX esta documentación de características especiales se custodiaba dentro de las secciones de los respectivos estados señoriales a los que pertenecían, introducida en baúles, arcas, cofres, bolsas, arquibancos, etc. durante el Antiguo Régimen. Y con el Nuevo Régimen, en un sistema de estantería abierta, introducida en cajas y legajos normalizados. En ambos casos, este sistema exigía que el material se conservara plegado, lo que acarreaba normalmente un evidente deterioro documental. Solo los planos más selectos o vistosos y algunos de amplio formato se conservaban en unidades diferenciadas especiales, como fue el caso de la denominada “caja de hierro”, donde ‒entre otro material‒ se custodiaban algunos planos enrollados, introducidos en tubos metálicos.

Sin embargo, con el paso del tiempo y la nueva consideración que el liberalismo trajo consigo en la documentación señorial (más abierta a la historia y a la cultura que a la propia administración de los dominios), estos mapas y planos van saliendo gradualmente de sus respectivos legajos y cajas para ubicarse, ya en pleno siglo XX, en planeros ‒primero de madera y, definitivamente, metálicos ignífugos‒, como los que hoy tiene.

Así fue como se formó el primer embrión de la sección de Mapas y Planos en los depósitos archivísticos, partiendo inicialmente de aquellas piezas que normalmente por cuestión de formato y prestancia requerían una conservación especial. Y sobre ese embrión se fue conformando paulatinamente la actual sección documental, que hemos contribuido a incrementar en algunos ejemplares con nuestra reciente investigación.

Los agentes principales de esta sección facticia han sido los sucesivos archiveros de la Casa Ducal desde fines del siglo XIX hasta nuestros días, entre los que me encuentro, pues como custodios de la documentación del Archivo Ducal hemos sido los principales artífices de su composición y estructura. Empezando por don Antonio Paz y Mélia, talaverano ilustre y buen hacedor del trabajo archivístico; siguiendo con el sacerdote aragonés Pedro Longás y Bartibás (responsabilizado de preparar el traslado del Archivo, desde Madrid a la ciudad de Sevilla, donde llegó en 1961); luego con Joaquín González Moreno y con quien esto suscribe ‒ya en la ciudad de la Giralda‒ hasta la actualidad, en Toledo, ahora a cargo de Francisco J. Guerrero Carot.

En honor a la verdad hemos de decir que, durante ese siglo largo de formación de la sección de Mapas y Planos del Archivo Ducal, estos archiveros no siempre supimos hacer con el mayor rigor orgánico el trasvase del material desde sus secciones de origen a la nueva facticia. En no pocas ocasiones, principalmente entre los años 30 y 80 del siglo XX, los mapas y planos se extraían de los legajos y cajas donde se custodiaban sin dejar un testigo en el fondo de procedencia; y, a la inversa, no siempre se reflejó en el mapa o plano introducido en las nuevas bateas la signatura antigua, desnaturalizándose así en la mayoría de los casos el documento iconográfico del expediente explicativo del que formaba parte, con los inconvenientes que ello entrañara para la elaboración de futuros estudios, como el que aquí nos ha ocupado. Algunos de estos inconvenientes lo hemos padecido al elaborar este trabajo, contando con más dificultades de las debidas para localizar determinados planos, de los que conocíamos su existencia por los inventarios y otros instrumentos de descripción del Archivo. Llama la atención, en este aspecto negativo, la mala praxis realizada entre los fondos de la Contadurías andaluzas por el personal del Archivo General de Andalucía (AGA), responsabilizado de afrontar la microfilmación de estos fondos, modificando el sistema de instalación de algo más de un millar de legajos sin realizar una tabla de equivalencia que permitiera localizar el material signaturado en su disposición originaria, motivo por el que 50 planos andaluces de esta obra no han podido ser localizados en su actual paradero y son reproducidos en nuestro Catálogo en blanco y negro, y con peor calidad, todos ellos tomados de los microfilms que, entre los años 1994-1995, realizó el Instituto de Cartografía de Andalucía, en virtud de convenio de colaboración suscrito el 22/6/1994 entre la Consejería de Obras Públicas y Transporte andaluza y la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, propietaria del Archivo.

Con respecto a la cuantificación del material planimétrico y cartográfico, recogimos en nuestro estudio un total de 605 ejemplares, que aparecen reproducidos, y otros 26 más identificados y descritos pero quedaron sin reproducir por las circunstancias ya apuntadas. Hay que tener en cuenta que nuestro proyecto de investigación, finalmente, no recibió la financiación necesaria que permitiera “peinar” todo el Archivo Ducal, en sus dos sedes actuales, al objeto de localizar todos los mapas y planos que poseen los Medinaceli. Estamos seguros de que, al menos, un centenar más de piezas permanecen en sus anaqueles, metidos en cajas y legajos, lo que dará lugar a publicaciones futuras del material. E incluso conocemos la existencia de varias decenas más de planos que, por distinta circunstancia, no hemos podido localizar para este proyecto. Sirvan los ejemplos de algunos originales custodiados en la miscelánea Archivo Histórico y, fundamentalmente, los que se hayan en las secciones de Contadurías. También de algunas secciones orgánicas, como la de Sabiote, del antiguo reino de Jaén, no nos ha sido posible localizar unos cuantos originales por reajustes orgánicos carentes de adecuadas tablas de equivalencia.

Sobre procedencias, podemos adelantar que el material afecta prácticamente a todo el territorio nacional español, teniendo en cuenta ‒como ya adelantamos‒ que los dominios señoriales que la Casa Ducal de Medinaceli ostentó durante siglos, por la agregación de numerosos y dispares estados, se repartía por toda la piel de toro peninsular. Predomina en esta cuantificación la representación cartográfica y planimétrica de Andalucía, por el número y extensión de los estados señoriales de los Medinaceli en tierras del sur peninsular (más de 300 ejemplares en nuestra colección). Le siguen las dos Castilla (con 169 planos, de los que solo Madrid tiene 1092), luego Cataluña (38), Galicia (30), Valencia (11), País Vasco (10), Extremadura (6), Aragón (3), y la Rioja (1), entre otros. También hay piezas procedentes del norte de África (2), Italia (1), Francia (1), los Países Bajos (1) y América (2), todas ellas relacionadas, obviamente, con el papel ejercido por la Casa Ducal de Medinaceli o algunas de sus muchas agregadas, por servicios prestados por estos nobles en funciones militares o diplomáticas al servicio de la Monarquía hispana, preferentemente durante los siglos XVI-XVIII, en esos territorios continentales y de ultramar (Sánchez González, 2017d). No existe, sin embargo, ningún mapa ni plano de los dominios portugueses.

Obviamente, como decimos, en correspondencia con esas procedencias de los fondos iconográficos de la colección Medinaceli, el ámbito territorial se repartía también por los mismos espacios donde estos nobles ejercieron jurisdicción y tenían propiedades, que son los estados señoriales a los que ya hemos referido, y otros no reseñados pero que se identifican en las fichas de nuestro Catálogo (Sánchez González, 2017b:139-478).

La cronología de los mapas y planos que aquí presentamos transcurre desde los inicios del siglo XVI (1513) hasta las últimas décadas del siglo XX (1980). La mayor parte del material, no obstante, se corresponde con los siglos XVIII y XIX.

En cuanto a los autores materiales de estos mapas y planos de la Colección Medinaceli, la gama es variada y la nómina larga. Muchos de estos autores, hasta ahora anónimos, han visto reconocidos sus trabajos con nuestro estudio. Desde personal adscrito al servicio de la Casa Ducal en diferentes dominios que elaboran, salvo excepciones, croquis muy rudimentarios, con mejor voluntad que formación3, hasta trazadores de los reyes como Francisco de Mora y su sobrino Juan Gómez de Mora, que lo fueron de Felipe III (y trabajaron en los palacios ducales de Lerma y Medinaceli), pasando por peritos topógrafos y agrimensores4, maestros de obras5 y arquitectos como Domingo de Urteaga (autor de la traza más antigua de la colección, la de la iglesia de Jávea, en torno a 1513), Juan Antonio Camacho Saavedra (que realizó bellos diseños de los alhoríes montillanos y de otros trabajos en Puente Genil), Pedro de San Martín (que trabajó en planos de la Huerta del Rey en Sevilla), Vicente de Acero y Acebo (autor de un interesante proyecto palaciego en El Puerto de Santa María), Matías Machuca (que hizo algunas trazas del Palacio Real de Valladolid sobre 1730), Cristóbal Sales (que trabajó en Valencia alrededor de 1797), Antonio Iturralde Montiel (que lo hizo también en Valladolid entre 1869-71), Juan Vicente Rodríguez de Salamanca Fernández de Córdoba (autor de la plaza ochavada de Aguilar de la Frontera, Córdoba), José Mas y Vila (que trabajó en la Casa Gralla y el entorno del convento de San Francisco, en Barcelona), Juan Bautista Lázaro y Juan López Alcázar -ayudante- (que trabajó en Espelúy, Jaén), Manuel Inchauste (en Pozuel de Ariza, Zaragoza), Wenceslao Gaviña, Francisco Mendoza y Cubas, Lorenzo Álvarez y Capra, Eugenio Jiménez Corera, Aníbal Álvarez, Francisco Castellanos, Juan Morán Lavanderas, Alejandro de la Plaza, Joaquín de la Concha o el Marqués de Cubas, (autores de trazas para el Palacio del Prado y su entorno, en Madrid), Isidro Urbano y Calvo y José Antonio Ágreda González (en el palacete de Santo Mauro y su entorno, también en Madrid), Arturo Mélida, Alejandro Sureda, Antonio Ferreras, Fernando de la Torriente (que actuaron en el Palacio de Colón de la capital del reino), Jerónimo Potenciano (autor de una traza del Hospital de San Juan Bautista en Toledo) o Luis Elizalde Uruisola (que realizó trabajos de adaptación en el castillo de Zarauz), Felipe de Medina Benjumea (en la Casa de Pilatos de Sevilla y en la finca de la Almoraima en Castellar de la Frontera), entre otros muchos.

También hay diseños de decoradores afincados en París, como Florian Kulikowski, que además era escultor, y que trabajó para la duquesa de Denia en la ornamentación del mismo palacio madrileño de la Plaza de Colón. Y del jardinero del Palacio Real de Madrid, el francés François de Vié, autor del jardín romántico del pazo de Oca en Galicia, conocido como el “Generalife del Norte”. Y en alguna ocasión actuaron académicos, como José Antonio Hermoso Martínez, que realizó un informe de los púlpitos de la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda por encargo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

De un modo particular, deseo resaltar aquí los bellos dibujos del contador del estado de Ribadavia, al servicio de los marqueses de Camarasa, Pedro Peinador Castrillo, que en 1805 realizó unos vistosos planos de las antiguas torres y fortificaciones medievales y pazos gallegos como Oca, Torés, Junqueras, La Mota o del palacio de los condes de Amarante en Santiago de Compostela (nos 229, 386, 396-397, 478 y 542 del Catálogo), o el ilustrado por el propio marqués de Camarasa, don Ignacio Fernández de Henestrosa y Ortiz de Mioño, con la ayuda de sus hijos Ignacio y María, a fines del siglo XIX (nº 409).

En este sentido ha resultado interesante identificar la autoría del único ejemplar en pergamino de la colección. Se trata del plano levantado de las dos plantas del palacio de los duques de Feria en la villa de Zafra, por alguien que dominaba la técnica de la iluminación como el franciscano Miguel González, bajo el título Mapa II de las habitaciones intermedias del Palacio, que tiene en Zafra del Excmo. Sr. Duque de Medinaceli, y Mapa III de las habitaciones altas del Palacio que tiene en Zafra el Excmo. Sr. Duque de Medinaceli (nº 582 del Catálogo). Pude descubrir su autor a través de la leyenda en griego que lleva verticalmente entre los diseños de las dos plantas, cuya traducción es la siguiente: “Llevó a cabo esta planta el padre hermano Miguel González, fraile de la orden de San Francisco, en Zafra en el año de Ntro. Señor de 1742, el cual pasó doce años en la sagrada ciudad de Jerusalén y en otros lugares de Turquía“. Otro fraile del siglo XVIII, autor de unas trazas de la iglesia parroquial de la villa leridana de Aytona, fue el carmelita descalzo José de Cristo (nos 15-17 del Catálogo). También el sacerdote de El Coronil José García Esquivel, diseñó en 1839 un croquis de un cortijo de esta población de la campiña sevillana (nº 174).

Hemos atribuido, además, otras posibles autorías a distintos planos. Uno es la traza de la cabecera de la catedral de Sevilla, realizada en febrero de 1537 probablemente por el maestro mayor de las obras de dicha iglesia metropolitana de Santa María, Martín de Gaínza (plano nº 491 del Catálogo). Otro es el diseño de los sepulcros de los Adelantados mayores de Andalucía de la Cartuja de Santa María, en la misma Sevilla, acuarela que se hizo en base al testimonio dado en 7 de marzo de 1714 por Sebastián de Santa María, en una escritura suscrita por el marqués de Priego y duque de Medinaceli y Alcalá Nicolás Fernández de Córdoba de la Cerda y Aragón, en la que se plantea mudar el sepulcro del Adelantado mayor de Andalucía, Per Afán de Ribera el Viejo (†1423), que se hallaba en medio de la capilla mayor del monasterio cartujano, a un arcosolio en el lado de la Epístola. El traslado debió correr a cargo de José García, maestro mayor del Regimiento y Cabildo de la ciudad, a quien el citado duque de Medinaceli y Alcalá le encargó que hiciera las mediciones el 13 de julio de 1712. Este documento gráfico hay que relacionarlo con el lienzo que hizo Lucas Valdés en 1714 (nº 516). También se identificó el plano de la plaza ochavada de Aguilar de la Frontera, claramente del arquitecto del lugar Juan Vicente Gutiérrez de Salamanca Fernández de Córdoba, emparentado con los marqueses de Priego (nº 4 del Catálogo).

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Figura 1. Plaza ochavada de Aguilar de la Frontera (Córdoba). Juan Vicente de Salamanca (1806). Fuente: ADM, plano nº 4

La variedad temática del material no puede ser más variopinta. Tanto es así que se combinan representaciones del terreno rural y urbano con todo tipo de monumentos y construcciones de diversa índole. Basta con consultar los capítulos preliminares que contienen nuestro estudio sobre la colección (Sánchez González, 2017b:15-138), así como el detallado Catálogo que presentamos en la segunda parte de la obra, que viene a subsanar algún vacío como el de un mayor desarrollo de los cortijos, dehesas, casas de labor, molinos, artilugios mecánicos, etc. Pues, por estar, se encuentra representada incluso la finca donde asesinaron a Blas Infante, en las afueras de la ciudad de Sevilla.

Los límites de este trabajo impiden cualquier profundización. Por ello, nos limitamos a comentar seguidamente algunos ejemplos de cartografía que, particularmente, me llamaron la atención entre el conjunto de planos estudiados.

Uno es el caso del plano de Pozuel de Ariza y la cuenca del Nágima (1790), con la representación territorial denominada “Mapa topographico […] que demuestra el terreno litigioso entre la Excma. Sra. Marquesa de Camarasa y el lugar de Pozuel denominado Torre y Terrazgo de Martín González, ribera del río Nágima, a los confines de Aragón y raya de Castilla” (nº 425 del Catálogo), en el que se representan la planta y alzado del castillo de Martín González -conocido embajador del rey aragonés en el Poema de Mío Cid- y su ermita de Ntra. Sra. de la Torre, cuya pila bautismal servía de mojón de la frontera del reino de Aragón con Castilla, de suerte que quienes allí se bautizaban gozaban del privilegio de beneficiarse de los derechos de los fueros de ambos reinos.

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Figura 2. Mapa del terrazgo de Martín González, en la ribera del río Nágima, y planimetría del castillo del mismo nombre con la ermita de Ntra. Sra. de la Torre, en la linde de los reinos de Aragón y Castilla (1790). Fuente: ADM, plano nº 425

Considero también de particular mención los dos planos, casi idénticos, realizados en 1767 e identificados en el Archivo hasta ahora, dentro de la colección, como pertenecientes al palacio de Cogolludo (Guadalajara), cuando en realidad se trataban de la planta y alzado del palacio del duque de Medinaceli junto al convento de San Francisco, en Barcelona, originariamente de los duques de Segorbe-Cardona (nos 25-26). Del de la villa de Cogolludo, interesante porque reproduce en su fachada principal productos americanos como unas mazorcas de maíz, en una época coetánea con el descubrimiento de América como fueron los años 1493-1495, existe una magnífica serie de plantas y alzados de fachadas, de 1788, que ya fue dada a conocer por nosotros hace años (Sánchez González, 1995:132 y 138), y posteriormente estudiada (Pérez Arribas & Pérez Fernández, 2012:119-138; Sánchez González, 2017b:226-230, nos 132-140 del Catálogo).

Otra serie de planos que quiero mencionar aquí es la de la casa-palacio de las Marismillas en el Coto de Doñana (1916), antigua propiedad de la Casa de Medina Sidonia, no tanto por su valor histórico y artístico ‒pues se refieren a instalaciones de agua y calderas en la vivienda‒, cuanto por haberla identificado nosotros, figurando hasta el presente en la colección como “Casa de campo del Coto Doñana” (nos 12-15).

También considero digno de particular mención algunos planos de estados señoriales como el titulado “Discrepción y pintura de la villa de Camarasa y de las villas y lugares de que se compone dicho marquesado, que son 35 como pareze por dicha pintura, y en cada uno de ellos se declara las casas que son, y los lugares que están despoblados, y a quiénes pertenece sus xurisdicciones“. Realizado en el siglo XVI, en realidad, es un mapa completo de la confluencia de los ríos Noguera Pallaresa y Segre, antigua jurisdicción territorial que ha dado nombre de Marquesado a esta parte de la Noguera, desde Montgai, en el curso del río Sió, hasta arriba del Montsec, incluida Llimiana ya en el límite con el Pallars Jussá (nº 73 del Catálogo).

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Figura 3. Mapa de los lugares del antiguo marquesado de Camarasa (Siglo XVI). Fuente: ADM, plano nº 73

Otros planos de dominios señoriales son los de gran parte del ducado de Feria y marquesado de Villalba, en Extremadura (nos 215 y 575), el último refiriéndose a los “terrenos novenarios” (llamados así porque los duques percibían, de antiguo, la novena parte de los aprovechamientos agropecuarios y, modernamente, del trigo, cebada y avena, por parte de los vecinos procedentes de otros lugares); y del ducado de Segorbe, que representa la distribución de las aguas del manantial de la Esperanza por aquellas tierras del Alto Palancia, con la particularidad de dibujar varios conejos sueltos por el monte, no como imagen bucólica sino real (nº 489).

Otro aspecto interesante del estudio realizado, entre los muchos a considerar, afecta a la serie de croquis sobre “Predios rústicos, urbanos, censos y derechos pertenecientes al patronato pasivo familiar del Excmo. Sr. Duque de Medinaceli y de Santisteban en su insigne Iglesia Colegial del Castellar“, incluida en el cuaderno sobre las rentas de la Ex-Colegiata de Santiago, que afecta a los términos de Castellar de Santisteban, Cazorla, Sorihuela, Villacarrillo y Villanueva del Arzobispo, aparte de las diseñadas de Ibros (nº 221), Iruela (nº 225), Iznatoraf (nº 226), Linares (nº 230) y el cortijo del Villar en Santisteban del Puerto (nº 486).

También, a nuestro entender, es digno de mención un doble proyecto de retablo de altar, realizado en el tercer cuarto del siglo XVIII, para la iglesia del monasterio de Santa María la Real de Huerta, enterramiento de los antiguos condes y primeros duques de Medinaceli ‒de los que se conservan algunos planos (nos 462-464)‒, que parece que nunca se realizó. El plano parte de la base de un grabado del alemán Johan Georg Hertel, con distintas variantes a cada lado del eje del retablo, conforme a la lámina nº 88 del libro La Architecture. Tiene la particularidad de que, en añadido inferior y pestaña superior se han dibujado, respectivamente, la planta del altar y el escudo de los Medinaceli como coronamiento del retablo, claramente de otra mano (nº 465).

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Figura 4. Proyecto de retablo para la iglesia del monasterio de Santa María de Huerta (Soria). Siglo XVIII. Fuente: ADM, plano nº 465

Llama la atención, además, el plano levantado el parcelario de la villa valenciana de Chiva (nos 123-124 del Catálogo) pues incluye el callejero con los nombres de todos los vecinos propietarios de las viviendas, y otras edificaciones de la ciudad, en torno a 1776-78. Otro plano urbano digno de mención es el de la ciudad de Solsona, realizado en 1743, en el que se diferencia la parte correspondiente a la jurisdicción episcopal de la señorial de los duques de Cardona (nº 536). También me parece interesante la acuarela con la vista panorámica de El Puerto de Santa María (nº 442) pues, junto con la conducción de las aguas a la fuente de San Miguel, objeto principal del levantamiento del plano, se representa una panorámica de la villa gaditana en el siglo XVIII.

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Figura 5. Plano o ignografía horizontal de las casas y calles de la villa de Chiva (Valencia). c. 1777. Fuente: ADM, plano nº 124

En cuanto al estado de conservación del material, en general, es bastante aceptable, si bien algunas piezas necesitan alguna restauración, más que nada por roturas en los pliegues y algunos desgarros del papel. Los casos más significativos de planos en mal estado los hemos recogido en las observaciones de nuestras fichas catalográficas, por si algún día la Fundación propietaria de los fondos puede afrontar las intervenciones pertinentes. De hecho, ya hace algunos años se emprendieron actuaciones urgentes sobre determinadas piezas que recibieron adecuado tratamiento en solventes talleres de restauración. Fue el caso, por ejemplo, de la vista panorámica al óleo titulada “Adarve, paseo, obra nueva, fuentes y adornos que se hicieron en la villa de Priego” que, aunque sin datar, nosotros hemos fechado en torno a 1780 y que representa, como curiosidad, a distintas personas vestidas con atuendos de la época pululando por las calles de la villa. Esta preciosa panorámica llegó incluso a impresionar al anónimo autor del plano, mostrándose más apasionado de la ciudad que de su propia obra, cuando cierra la leyenda con estas palabras referidas a su trabajo con respecto a la magnitud de lo representado: “Y todo es un tosco borrón con respecto de la realidad“. Se trata, sin duda, de otra pieza singular de la colección, restaurada en 1985 por el Centro Nacional de Restauración de Madrid. Reproducimos aquí los fragmentos en los que se hallaba el plano antes de la restauración, pudiéndose ver en el Catálogo (nº 426) su estado actual, algo más de treinta años después de la intervención.

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Figura 6. Plano del adarve de la villa de Priego (Córdoba), tras su restauración en 1985. Fuente: ADM, plano nº 426

Por el mismo tiempo fueron objeto de restauración también seis grandes planos de los alhoríes de Montilla (nos 367-371 y 374 del Catálogo) y otro de la torre de la parroquia de Santiago de la propia ciudad cordobesa (nº 379).

Entre los planos ávidos de restauración, podemos mencionar los que tienen como soporte papel vegetal, caso de algunos del convento de La Almoraima en Castellar de la Frontera (nos 100-103) o de algunos del palacio madrileño de la Casa Ducal en la plaza de Colón (nos 285, 290-300 y 310-312), junto a otros muchos de la misma serie que, precisamente, han quedado fuera de este estudio para evitar que, con su manipulación para ser reproducidos, peligrara su supervivencia. También convendría restaurar algunos planos de la bella serie de fortalezas y pazos gallegos, ya citada, levantados por Pedro Peinador en 1805, fundamentalmente los titulados Plano geométrico de la casa, torre, viñas, huerta, heredades, prados, sotos de castaños y montes de La Mota […] (nº 386) y Plano del palacio y fortaleza de Torés con sus heredades, propio del Excmo. Sr. Don Joaquín Gaioso de los Cobos, Marqués de Camarasa […] sita en el Reino de Galicia, provincia de Lugo, en las inmediaciones del Zebrero (nº 542), así como el ya citado que realizó el marqués de Camarasa, con el concurso del Instituto Geográfico y Estadístico, titulado Plano de la posesión de los Excmos. Sres. Marqueses de San Miguel das Penas, San Esteban de Oca, provincia de Pontevedra (nº 409).

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Figura 7. Plano del Pazo de Oca (A Estrada – Pontevedra), 1873-1879. Fuente: ADM, plano nº 409

Quedaron diversos aspectos de estudios por realizar, profundizando aún más en esta colección. Sirva de ejemplo la vertiente metrológica del material, que sin duda merecería ser tratada con cierto detalle por la variedad de medidas de longitud y superficie utilizadas (estadal, yugada, vara, pie, fanega, celemín, cuartillo, caballería…) con sus variantes locales. También hay mucho rendimiento que sacar a la planimetría agraria de la colección. Esos y otros aspectos que el lector, según su perfil, sabrá calibrar, y que especialistas en estas disciplinas contribuirán a mejorar en el futuro.

3. Conclusiones

Así y todo, es indudable la gran aportación que hemos hecho al conocimiento cartográfico con el estudio realizado sobre esta magnífica colección de mapas y planos del Archivo de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli. No pude imaginar antes de acometer el estudio del material lo mucho que esta colección podía enseñarnos a nivel multidisciplinar. Son miles los detalles que, gracias a la alta resolución de las reproducciones digitales de la empresa VINFRA, S.A., permiten descubrir en el material aspectos insospechados, desde encontrar una firma que apenas se ve, hasta detalles que se escapan en una visión de conjunto ‒textos casi camuflados, marcas dejadas por los autores, elementos del paisaje casi imperceptibles, etc.‒ de este casi millar de 600 mapas y planos.

Lo que no escapa a nadie a primera vista es la belleza general de la colección. Ciertamente, la cartografía histórica y la planimetría artística del Archivo de la Casa Ducal de Medinaceli proporcionan un sentimiento de placer estético al espectador, a la vez que conjugan una utilidad en la representación del espacio6. Entre los recursos empleados conviene destacar la diferencia de tamaño, la definición de las formas y la paleta de colores…, con otros como la diversidad temática. Y, por ello o a pesar de ello, es posible distinguir como una característica constante de la cartografía una voluntad de transformación a lo largo del tiempo, hecho reflejado en la diacronía de esta colección.

Vaya, pues, desde aquí el reconocimiento y admiración personal a todos los autores antes citados de esta cartografía, así como a tantos otros que han permanecido en el anonimato, pues todos ellos supieron hacer con sus trazas y diseños un verdadero arte. El arte de la representación del espacio.

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Figura 8. Traza de la iglesia de San Bartolomé de Jávea (Alicante), c. 1513. Fuente: ADM, plano nº 227

Notes

1. El equipo estuvo integrado por los profesores Teodoro Falcón Márquez, Fernando Cruz Isidoro y Andrés Luque Teruel, de la Universidad de Sevilla, del profesor Mario Ruiz Morales, de la Universidad de Granada, del técnico cartógrafo de la Junta de Andalucía Joaquín Cortés José, y de quien esto suscribe, que coordinó todo el trabajo.

2. Y casi otro centenar más, del palacio de los Medinaceli en la Plaza de Colón, que hemos debido descartar aquí y, por tanto, no lo hemos contabilizado.

3. Son los casos, por ejemplo, del contador del estado de Ribadavia, Pedro Peinador (1805), al que de inmediato me referiré por el buen hacer de su planimetría sobre inmuebles gallegos; de Manuel Palacios del Corte, responsable de la mayordomía ducal en Torre Alháquime (1840); de Cesáreo Verdejo, administrador de la Casa Ducal de la villa sevillana de el Viso del Alcor (1887); de José Castilla Ortiz, administrador en la onubense de Chucena (1892); de Antonio Nogales, administrador en la villa gaditana de Bornos (1895); de Jerónimo Bocángel y Unzueta, corregidor de la villa de Espera, y Juan García del Ejido, “meditor y partidor de tierras” en la misma localidad gaditana (1697), o de Francisco Casares y Antonio Portillo, que realizaron las trazas de las casas almonas de Utrera y Sevilla, respectivamente, que ellos mismos administraban para la Casa Ducal.

4. Como Luis de Venegas y Osorio, ingeniero militar, que realizó trazas de los fuertes de Portobelo (1682); Manuel Cherta, geómetra del rey, que trabajó en Barcelona (1806); Luis Barnoya, también geómetra real y agrimensor de Gerona (1833); Vicente Ramírez Suárez, capitán de infantería de Marina, y el astrónomo Serafín Sánchez Otero, que trabajaron en Castellar de la Frontera en los inicios del siglo XX; Manuel Rey Núñez y José Quevedo García, ambos peritos agrícolas, que igualmente realizaron trazas en la misma villa gaditana de Castellar; Carlos Gutiérrez, ingeniero encargado de expropiaciones en la villa jiennense de Espelúy: Eduardo Muñoz, perito de la compañía férrea MZA, en la estación de la misma Espelúy; Carlos Lamiable y Watrin, ingeniero civil, en Jimena de la Frontera; Genaro Mira, también ingeniero, que trabajó en Los Barrios; Inocente Morón Quesada, aparejador, que trazó el palacio de Francisco de los Cobos en Úbeda; Salvador Cerón Martínez, ingeniero forestal, y Emilio Cervera, topógrafo, que trabajaron en varias dehesas de Castellar de la Frontera (Cádiz); Andrés Lorite y Sabater (en la misma villa gaditana y en la jiennense Santisteban del Puerto); Perfecto Urra (en la misma Santisteban); Luis Moreno Espinosa, ingeniero agrónomo y forestal de Las Navas del Marqués (Ávila); Juan de Rojas, que trabajó en la comarca del Alto Palancia y en Valencia; José Velasco Peraza, agrimensor y perito agrónomo, en Sevilla; Manuel de Lara Muñoz, agrimensor público en Encinas, Reales (Córdoba); Narciso de Pascual y Miguel Gavilán, que actuaron como agrimensores también en Espelúy; José Meléndez Millán, “maestro de medir y partir tierras” en Espera (Cádiz); Manuel de Lara Muñoz, agrimensor público y “apreciador de tierras y heredades” en Lucena (Córdoba); Nazario de la Cruz, “agrimensor y apreciador público de heredades de campo de Montilla (Córdoba); Luis Eraso Pizarro y Antonio Tirado, éste “perito práctico en la división y partición de heredades”, que trabajaron en Chucena (Huelva); Andrés Martínez, que lo hizo en Constantina (Sevilla); Salvador de Roa, que trabajó en cortijos de Baeza y Lupión (Jaén); Miguel Prieto, que lo hizo en Aguilar de la Frontera (Córcoba); Benito de Mora, en Puente Genil (Córdoba), Jerónimo Díaz de la Vega y José de Ávila y Flor, agrimensores en el cortijo portuense de Villarana, etc. E incluso Manuel Bellido (de la Compañía Sevillana de Electricidad) y el taller de cerrajería Rafael Tejada de Sevilla.

5. Entre los numerosos nombres se encuentran los de Luis Crioz, Fernando Tadei, Diego Rodríguez (“maestro de arquitectura y fiel alarife”), Juan Cendón Carballal, Antonio Briones, Alonso García, Manuel Cabezas Rodríguez, Pedro Rodríguez, Simón Álvarez, Manuel Santos, Narciso de Pascual García (“maestro de obras y perito agrimensor por la Escuela Nacional de Arquitectura”), Vicente Zulueta, José Román Rodríguez, Antonio de Leiva y Cano, Antonio Benítez, Francisco García Martínez, Pedro Vidarte, Antonio Esteban, Justo Caballero, Gonzalo Martín Corchado (“alarife de El Puerto de Santa María”), Diego Filguera (“maestro mayor” en la misma ciudad), Antonio Rodríguez Portillo (“maestro albañil” de Sanlúcar de Barrameda), etc.

6. Una muestra de esa utilidad innata al plano es el del alzado de fachada del palacio Ducal de la villa de Medinaceli (Soria), realizado por Juan Gómez de Mora en 1623 (no 344 del Catálogo), que ha servido para restaurar el inmueble, a fines de los pasados años 90, recuperando los dos torreones del diseño primitivo. Dos fotografías, que ilustran el capítulo tercero de estos estudios, demuestran en imágenes el antes y el después de dicha restauración del palacio ducal siguiendo las trazas del arquitecto de Felipe III.

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