Oficialmente se considera que la primera tarjeta postal circuló en Austria en 1869. Uno de los cartófilos franceses más importantes, Albert Thinlot, la definió como “un impreso sobre un soporte semirrígido destinado a un uso postal para una correspondencia breve al descubierto” (Almarcha, 2007: 22). Aquellas que eran editadas por la Administración se denominaban “enteros postales” y se caracterizaban por llevar impreso en el anverso el sello de franqueo y un espacio lineado donde se indicaba el nombre y la dirección del destinatario mientras que el reverso, en blanco, se destinaba a la escritura del mensaje. Su popularidad aumentó rápidamente entre la población debido al coste de su franqueo, más económico que el del correo ordinario. Esto era posible gracias a sus reducidas dimensiones y al hecho de ir sin sobre, cuestión muy discutida en su origen ya que se eliminaba la privacidad en la comunicación.

En 1871 el Ministerio de Gobernación reconoció la necesidad de introducir el uso de las tarjetas postales en España, sin embargo, no se pusieron en circulación hasta el 1 de diciembre de 1873. Ese periodo de vacío editorial fue aprovechado por las empresas privadas para lanzar sus propias postales que fueron vedadas cuando el gobierno comenzó a editar las tarjetas oficiales, prohibición que se mantendría hasta 1887. Los primeros enteros postales publicados en España llevaban impresa la expresión “República Española” en la parte superior junto al sello, “Tarjeta Postal” en el centro, un espacio para escribir el nombre y la dirección del destinatario y una nota con la frase “Lo que debe escribirse se hará en el reverso e irá firmado por el remitente” (Figura 1).

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Figura 1. Anverso del entero postal impreso en España en 1873. Fuente: Sociedad Filatélica Numismática Guardesa-
http://filateliaguardesa.blogspot.com.es/2012/03/las-primeras-tarjetas-postales.html

En un primer momento las postales sólo circulaban por el territorio nacional y las posesiones del norte de África. Tras el Congreso celebrado en Berna (Suiza) en 1874, se constituye la Unión General de Correos, denominada en 1878 Unión Postal Universal, con el principal objetivo de crear un territorio postal único, estandarizar su tamaño a 14 x 9 cm y fijar las tasas en 10 céntimos para las tarjetas que transitaban entre los 22 países integrantes de la Unión, entre ellos España (López, 2013).

A partir de 1887, una vez que el gobierno liberaliza la edición de postales a impresores privados, comienza una nueva fase de desarrollo y popularización para la tarjeta postal, ahora denominada “ilustrada” ya que los impresores empiezan a incluir una pequeña imagen fotográfica o un dibujo de un artista en el reverso de la tarjeta, ocupando parte del espacio reservado para escribir el mensaje. Esto fue posible gracias al auge de la industria gráfica que vio en las postales un lucrativo negocio. La fotografía desempeñó un papel crucial en la transformación de la tarjeta una vez que André Adolphe-Eugène Disdéri ideó, a mediados del s. XIX, un método más rápido y más barato de hacer fotografías de pequeño formato patentando lo que designó como carte-de-visite (Sánchez, 2011). Por otro lado, los procesos de impresión se fueron también desarrollando como la fototipia1, la litografía2 y el fotograbado3, los cuales se emplearon para la reproducción de la imagen en el reverso de las tarjetas postales ilustradas, mientras que el anverso era impreso tipográficamente (Tarjeta, 2012a). La fototipia de los suizos Hauser y Menet, fundada en Madrid en 1890, fue la primera editora de postales en España y una de las más prolíficas puesto que aseguraban producir mensualmente medio millón de tarjetas en 1902 (Teixidor, 1999). Otras empresas de artes gráficas se fueron adaptando a los nuevos tiempos como fue el caso de la Casa Fotográfica Laurent, su sucesor J. Lacoste, Thomas en Madrid o Dümmatzen en Barcelona (Sánchez, 2011).

Cuando se incluye la ilustración en la tarjeta postal, de ser un medio de comunicación pasó a ser también un objeto popular de interés artístico y documental atrayendo a los coleccionistas. Entre 1901 y 1905, periodo considerado como la Edad de Oro de la tarjeta postal por el volumen y por la calidad de las mismas (Teixidor, 1999), supone el auge del coleccionismo y del nacimiento de las primeras asociaciones cartófilas, como es el caso de la Cartófila Española Hispania fundada en Barcelona en 1901, que potenciaron aún más la demanda de la tarjeta postal ilustrada (Carrasco, 2011). En 1905 la postal vive otro cambio significativo en su diseño al dividir en dos partes el reverso dejando el lado izquierdo para escribir el mensaje y el derecho para los datos del destinatario. Con esta sencilla técnica, el anverso quedaba totalmente disponible para la ilustración, tal como la conocemos en la actualidad.

En los años siguientes se fue consolidando la producción de las tarjetas postales así como diversificándose geográficamente. Madrid y Barcelona siempre habían monopolizado gran parte del negocio editorial; ahora dejaban su protagonismo a otras ciudades como Castellón de la Plana o Valladolid (Sánchez, 2011). La pujanza de la industria postal generó una gran variedad no solo en su temática sino también en los formatos en los que se presentaban: en relieve, con desplegables o resortes e incluso perfumadas (Almarcha, 2007).

Durante la Guerra Civil Española la tarjeta postal fue utilizada como instrumento de propaganda política y militar por ambos bandos. En la zona republicana crearon las denominadas “postales de campaña” con la finalidad de difundirlas gratuitamente entre los combatientes. Estaban sometidas a censura y no podían mostrar imágenes de localidades por cuestiones de inteligencia militar (Riego, 2011a: 15). La posguerra fue un tiempo difícil para la elaboración de tarjetas postales ya que las materias primas escaseaban como consecuencia del bloqueo internacional al régimen de Franco hasta 1948 (Riego, 2011). A comienzos de los años 40 aparecen los cuadernillos, también denominados bloc postal o álbumes de postales, que contenían entre 10 y 20 tarjetas dedicadas a un tema común. Podían ser de tipo “librillo”, con perforaciones a la izquierda para facilitar la separación de la postal, o de tipo “acordeón”, cuando se separaban recortando la parte superior y la inferior de la tarjeta. En la portada del bloc postal se detallaban las características de la serie, el editor y, ocasionalmente, el fotógrafo (González, 1997: 127). También comienzan a imprimirse las postales “de brillo” que irán desapareciendo poco a poco a medida que se van introduciendo en el mercado las postales impresas en offset4 a todo color a finales de la década de los 50 (López, 2013), momento en el que el formato de la postal se amplía a 10 X 15 cm (Palá, 2008).

Entre los años 60 y 70 las tarjetas postales vuelven a alcanzar una gran popularidad motivado por el auge del turismo. Serán muy utilizadas como elemento de recuerdo o como muestra a familiares y amigos de los lugares que se han visitado. A finales de los años 60 se genera un nuevo fenómeno entre los coleccionistas: recopilar tarjetas postales antiguas. Con ello pretendían recuperar las postales que ya tenían 50 años y así observar los cambios que se habían producido desde entonces tanto en la sociedad, como en el urbanismo y en el paisaje (Carrasco, 2011).

A partir de los años 80 el uso postal de las tarjetas se reduce, no obstante, comienza a surgir un tímido interés por estos documentos fuera del ámbito del coleccionismo. Formarán parte de exposiciones que las utilizarán como complemento visual (López, 2013) y serán las protagonistas en monografías dedicadas a mostrar la evolución de las ciudades a través de sus ilustraciones: Bilbao y los pueblos de su ría en la tarjeta postal (1990), Vizcaya en la tarjeta postal (1991), La imagen de Santander a través de la tarjeta postal ilustrada (1897-1941) (1997), Recuerdo de Cádiz: historia social de las tarjetas postales (1897-1925) (2000), El Puerto de Gijón en la tarjeta postal (2002), Cudillero en la tarjeta postal (2004), Historia de la Tarjeta Postal en Elche: memoria gráfica de la ciudad, 1897-1957 (2007), entre otros títulos.

La introducción de las tecnologías de la información y las comunicaciones a finales del s. XX dará paso al nacimiento de las tarjetas postales electrónicas. A través de Internet se envían postales que pueden personalizarse totalmente, incluso adjuntando sonido o video. Sin embargo, su uso no se ha extendido tanto como cabría esperar a priori (López, 2013).

En la actualidad, las tarjetas postales se siguen editando pero en un número bastante inferior, habiéndose reducido notablemente tanto el número de editores como las tiradas de las ediciones. Observando el número de documentos en Depósito Legal se sabe que en 2000 se publicaron 10.339 postales mientras que en 2007 la cifra había descendido a los 3.556 (Rodríguez, 2011: 24).

La colección de tarjetas postales en el Servicio de Cartografía de la BNE

Es en la Biblioteca Nacional de España donde se encuentra la colección más significativa de tarjetas postales del país con un total de 493.985 documentos5 de los cuales, la gran mayoría entraron por Depósito Legal desde 1957 y también por donaciones. Una de las más destacadas provino de don Tomás García Figueras quien en 1966 donó a la institución su colección particular constituida por material diverso cuya temática versa principalmente sobre el Norte de África (Biblioteca, 2007). De entre el importante volumen de documentos se localizaron más de 3.000 postales y varios cuadernillos que fueron depositados en el fondo del Servicio de Cartografía puesto que, aquellas tarjetas postales que muestran en sus ilustraciones vistas de paisajes, ciudades, playas, monumentos, etc. se derivan a dicho Servicio. En un ambiente controlado de luz, humedad y temperatura las tarjetas postales se conservan dentro de cuatro contenedores denominados Rotativos (Figura 2).

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Figura 2. Rotativo. Fuente: Depósito del Servicio de Cartografía de la BNE

Estos muebles varían en tamaño de 18 o 24 baldas unidas entre sí en torno a un eje central. En cada fila de estantes se pueden encajar once cajetines metálicos de un tamaño apropiado para que las tarjetas puedan colocarse adecuadamente sin que sufran desperfectos. Las tarjetas postales se ordenan alfabéticamente siguiendo una clasificación geográfica, primero se localizan por provincias y luego por ciudades y municipios. Cada estante recibe un número que se asocia en un listado con una provincia. Cuando se busca una postal se acude a dicho listado y se introduce el número correspondiente de estante en un teclado que el Rotativo tiene en un lateral. De este modo, se acciona el movimiento giratorio de los estantes que se detendrá en el número de fila requerida. Como en la parte exterior de cada cajetín se indica el lugar al que corresponden los documentos almacenados en su interior, solo queda buscar las postales del lugar solicitado.

El objetivo principal de esta exposición es enfatizar el papel que la tarjeta postal ilustrada puede desempeñar como fuente de información para los investigadores, en este caso, del ámbito geográfico. Como se expondrá a continuación, es posible observar la evolución del paisaje y la transformación y desarrollo de las ciudades españolas a través de las ilustraciones que muestran estos pequeños documentos.

El fondo postal del Servicio de Cartografía de la BNE es, con diferencia, el más representativo respecto a esta temática que existe en España. Las tarjetas más antiguas de su fondo son posteriores a 1957, periodo en el que el gobierno intenta mostrar una España moderna a la vez que mantiene las tradiciones típicas del país y que tanto llamaron la atención de los turistas extranjeros. Las tarjetas postales ilustradas en las que se mostraban vistas de paisajes o ciudades suelen ser más abundantes ya que han sido las preferidas por el público al representar los lugares que visitaban (López, 2013). Por este motivo, ciudades turísticas por excelencia, como Benidorm, son fotografiadas con reiteración. Paradigma de desarrollo urbanístico asociado al turismo, la transformación de dicha población no deja indiferente a nadie. Por un lado, se escuchan voces contrarias que hablan de un urbanismo voraz que ha destrozado el paisaje y la geografía de la costa. En cambio, otras opiniones ven en la ordenación urbana de Benidorm una forma de desarrollo eficaz, dando solución a la gran demanda de alojamiento con la menor ocupación del espacio.6 Sin entrar en este debate, lo que sí se puede observar comparando una imagen con otra es la transformación impactante de la ciudad en el transcurso de 40 años (Figura 3).

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Figura 3. Benidorm. Fuente: Servicio de Cartografía de la BNE. Izquierda: Benidorm Vista General. Talleres A. Zerkowitz, Fotógrafo, 1960. Derecha: Benidorm Vista General. Foto: Iberdiapo 1999.

Otro proceso de cambio en las costas españolas que se puede observar mediante la tarjeta postal es la evolución de los puertos, temática muy recurrente en España por los impresores de principios del s. XX (Moreno, 2007). Las imágenes que muestran las postales permiten reconstruir las transformaciones que han experimentado los puertos e incluso constatar aquellos que ya no existen (Moreno, 2007). Un ejemplo se puede contemplar en Gijón donde se ha producido una alteración significativa en la fisonomía del paisaje marítimo urbano (Figura 4). Desde la década de los 90, la política urbanística de la ciudad ha ido enfocada hacia el fomento del turismo por lo que era necesaria la transformación de la línea de costa. Para ello se llevó a cabo la creación de una playa artificial y la recuperación de otra. La playa de Poniente, de 500 m de longitud, fue construida eliminando una parte del puerto y de astilleros. Respecto a la playa del Arbeyal, ya existía con anterioridad pero había sido olvidada frente al auge industrial de la zona. Las postales anteriores a la década de los 90 en las que se veía Gijón desde el aire, solían mostrar la ciudad hasta el puerto deportivo, nunca se ampliaba el plano fotográfico hacia el oeste ya que era donde comenzaba la zona industrializada (Figura 4, izquierda). Una vez que se construye la playa de Poniente y se urbanizan los alrededores es cuando ya se incluye dicha área en las imágenes de las tarjetas (Figura 4, derecha).

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Figura 4. Gijón (Asturias). Fuente: Servicio de Cartografía de la BNE. Izquierda: Gijón Vista aérea. Ediciones Alarde, Oviedo, 1976. Derecha: Gijón. Cimadevilla. Edita: Picu Urriellu, Diseño: Javier Cruz, Fotografía: Roberto Tolín, 2004.

A través de las ilustraciones en las tarjetas postales no solo se observan las transformaciones urbanas, también es posible conocer las variaciones sufridas en el paisaje rural, como ha sucedido en el valle de Riaño (León) anegado por las aguas del embalse Remolina. Aunque la construcción de la presa comenzó en 1965, por diversos motivos políticos se fue aplazando hasta la década de los 80, cuando se retoma de nuevo el proyecto. A pesar de las fuertes protestas causadas por el desalojo forzoso de los residentes en los municipios afectados, la presa fue construida provocando el hundimiento del pueblo original, Viejo Riaño (Figura 5, derecha), y de siete localidades más, modificando por completo la fisonomía del paisaje en el valle (Figura 5, izquierda). La imagen recoge el momento en el que se estaba edificando Nuevo Riaño en una zona más elevada para realojar a los habitantes del pueblo sumergido, hecho que ocasionó otra transformación más del paisaje.

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Figura 5. Riaño (León). Fuente: Servicio de Cartografía de la BNE. Derecha: Riaño (León) Vista Parcial. Ed. “GRECOR”, Valladolid-Madrid, 1958. Derecha: Vista Panorámica de Riaño. Imp. RUBIN HNOS., León, 1992.

La temática reflejada en las ilustraciones de las tarjetas postales fue muy numerosa ya desde su origen. La casa Hauser y Menet entre 1897 y 1900 comenzó a imprimir la denominada “serie general” llegando a las 690 unidades con vistas de ciudades, temas taurinos, pinturas del Museo del Prado, etc. Cinco años después, su catálogo alcanzaba el número de 2.078 documentos con temáticas diferentes comprendiendo vistas de casi todas las ciudades españolas y algunas del Protectorado español en Marruecos (Ramírez, 2011). Es un hecho que prácticamente todos los lugares y todos los temas, por curiosos o extraños que fueran, se ilustraron en las tarjetas postales a lo largo de su corta historia y, cómo no, la cartografía también tenía que ser representada.

Entre 1901 y 1903 el editor Alberto Martín publicó el Atlas geográfico de España y Portugal y, para dar a conocer los productos de su negocio, imprimió el Catálogo General de la Casa Editora, una edición en formato cuadernillo con la posible intención de distribuirse entre los diferentes puntos de venta como reclamo publicitario del Atlas. Mediante esta edición postal es probable que el editor también pretendiera que los mapas comprendidos en su obra tuvieran una mayor repercusión entre el público con menor poder adquisitivo.

De entre las tarjetas incluidas en dicho Catálogo, se ha seleccionado la ilustración que muestra el distrito de Lisboa (Figura 6). Aunque la fecha de edición no se indica en el Catálogo, tuvo que ser posterior a 1905 puesto que el reverso de la postal ya aparece dividido (Figura 6, derecha). En la parte inferior del mapa se señala la escala, a 1:2.200.000, y una leyenda con los diferentes signos convencionales representados en el mismo. Para realzar la ilustración, el editor incluye el escudo heráldico de Lisboa y de dos distritos más, Leiria y Santarem que limitan al norte y al este con Lisboa, respectivamente. Por otra parte, en la imagen se ha escrito Extremadura cuando la provincia portuguesa se denomina Estremadura. Posiblemente se trate de una confusión con el nombre de la provincia española.

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Figura 6. Anverso (girado) y reverso de la tarjeta postal del distrito de Lisboa. Fuente: Servicio de Cartografía de la BNE. Lisboa, Ed. Alberto Martín.

La mayoría de las tarjetas postales donadas por don Tomás García Figueras están ilustradas con paisajes de diversas ciudades del norte de África (Ceuta, Melilla, Tánger, Tetuán, Larache, Agadir, etc.), así como de ciertas poblaciones de otros países como Argelia, el Congo o Guinea Ecuatorial. Entre ellas, se localizó una postal con el mapa de la Isla de Fernando Póo en donde se representa el trazado ferroviario que comunicaba la capital, Santa Isabel, con las zonas de gran riqueza forestal y agrícola del interior (Figura 7, izquierda). El proyecto fue aprobado por R.O. el 6 de agosto de 1913 y llevado a cabo por el comandante de ingenieros Francisco del Río Joan. El mapa original aparece publicado en el estudio de viabilidad que dicho militar realizó,7 en el que se observan ciertas diferencias respecto al que fue editado en la postal. En el primero, se incluye una leyenda en la que se indica los diferentes tramos del ferrocarril que estaban en proyecto, en anteproyecto o los ramales complementarios. Además los nombres de las poblaciones apenas se pueden leer al confundirse entre las representaciones del relieve, aspecto que fue enmendado en el mapa de la tarjeta postal.

Junto a la anterior, apareció otra postal con el mapa de las posesiones españolas en el Golfo de Guinea en 1915 (Figura 7, derecha), es decir, las islas de Annabón, Fernando Póo, Elobey, Corisco y la zona continental en la desembocadura del río Muni. Asimismo, el mapa informa sobre los países europeos que también tenían intereses en los territorios colindantes. Bajo el nombre de las colonias, incluyeron entre paréntesis las primeras letras del país colonizador.

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Figura 7. El ferrocarril en la Isla de Fernando Póo / Posesiones españolas en el Golfo de Guinea. Fuente: Servicio de Cartografía de la BNE. Sin datos de Edición.

A partir de los años 60, como ya se ha comentado, se produce una recuperación del turismo impulsado por las políticas del gobierno español que necesitaba mejorar su imagen en el exterior. Este hecho implica que las tarjetas postales adquieran de nuevo una gran popularidad y que la temática publicada en sus ilustraciones muestren los lugares típicos de interés para los turistas. Como ejemplo se han seleccionado dos postales de Bilbao (Figura 8) en cuyas ilustraciones combinan una base cartográfica, de utilidad para el visitante, con la ubicación de los monumentos más destacados, como es el caso del callejero del centro de Bilbao (Figura 8, izquierda). En la otra tarjeta (Figura 8, derecha) se representa en un mapa de carreteras la Ría de Bilbao en donde se ha querido resaltar el castillo de Butrón, situado a 20 km de dicha ciudad, editando su imagen a mayor tamaño.

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Figura 8. Bilbao. Fuente: Servicio de Cartografía de la BNE. Derecha: Ría de Bilbao, 1:200.000. Postales turísticas Firestone. Talleres offset Nerecan, 1968. Izquierda: Bilbao. Fresmo, Madrid, 1964.

Otras colecciones con tarjetas postales de paisajes

La segunda colección más importante tras el fondo documental conservado en el Servicio de Cartografía de la BNE, corresponde al coleccionista don Martín Carrasco Marqués8. Atesorada a lo largo de 40 años, está formada por unas 100.000 postales editadas con anterioridad a 1905 y cuya temática se centra en los paisajes y las ciudades de España. Por este motivo, su consulta complementa a la de la colección existente en la BNE, puesto que permite conocer la transformación del paisaje y de las ciudades desde 50 años antes que las tarjetas del Servicio de Cartografía.

Depositadas en cajetines adecuados al tamaño de las postales, la clasificación que sigue D. Martín es similar a la que utilizan en el Servicio de Cartografía: por orden alfabético organiza primero por el nombre de la provincia y posteriormente por el de las ciudades. No obstante, como tiene un número muy elevado de tarjetas dentro de las ciudades, las ordena a su vez por el editor.

Otra colección a tener en cuenta es la que posee el Ateneo de Madrid. En un trabajo reciente de investigación llevado a cabo por la Dra. Mariana López se inventariaron 14.427 tarjetas postales, de las cuales, una gran mayoría son posteriores a 1905. El 88,72% de la colección, es decir 12.799, tiene como tema principal el ámbito geográfico (López, 2013).

También es interesante destacar el fondo postal de dos instituciones donde, aunque su temática se centre en los trenes y en los barcos respectivamente, es posible observar la evolución del paisaje en sus ilustraciones.

El Archivo Histórico Ferroviario de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles tiene más de 123.000 imágenes en diversos soportes, de las cuales 3.300 son tarjetas postales comprendidas entre 1958 y la actualidad. Aunque el tema predominante esté relacionado con el mundo de los trenes, los paisajes por donde éstos circulaban aparecen también representados (Museo, 2012) (http://www.docutren.com/Fototeca/sencilla_fototeca.asp)

En 2007 el Museo Naval de Madrid recibe la colección de don José Mario Armero formada por unos 2.000 documentos, de los que 1.794 son tarjetas postales. Las más antiguas datan de 1898, aunque el grueso de las mismas se sitúa entre 1910 y 1950. Aunque el tema central de la colección sean los barcos, también reflejan la evolución de los puertos siendo auténticos documentos gráficos de la evolución del paisaje portuario de cada ciudad (Moreno, 2007: 19).

Cataluña es una de las provincias que más ha sabido apreciar en los últimos años el valor documental de las tarjetas postales, motivado por la larga tradición editorial, la implicación de fotógrafos de renombre que colaboraron con sus imágenes y el interés de los coleccionistas desde los inicios de las tarjetas postales. En consecuencia, es aquí donde existe la única asociación cartófila de España, el Cercle Cartòfil de Cataluña, que desde 1980 viene dedicándose a la investigación y divulgación de las tarjetas postales con la publicación de la Revista Cartófila (http://www.cerclecartofilcatalunya.com/quienessomos.htm).

En 2009 se creó el Museo de la Tarjeta Postal de Cataluña tras un acuerdo de colaboración firmado entre el Ayuntamiento de Ametlla del Vallés y el Cercle Cartòfil de Cataluña. En 2011 se incorporaron más de 30.000 postales de vistas de Cataluña anteriores a la Guerra Civil, y a través de la web del museo se pueden consultar actualmente casi 7.000 anteriores a 1940 (http://www.postalsdecatalunya.cat/).

También se está promoviendo la digitalización de postales como es el caso del archivo Zerkowitz cuyo creador, Adolfo Zerkowitz, fue pionero de la fotografía paisajística en España, desempeñando un papel significativo en la difusión de tarjetas postales durante los años 20 y 30 a través de su publicación en catálogos (López, 2013). Su trabajo se centró principalmente en las postales con vistas turísticas, labor que su hijo y su nieto han continuado. El archivo consta de 25.000 fotografías datadas entre los años 1915 y 1950, y de otras 40.000 entre 1950 y 1980. Aunque el proceso de digitalización todavía no ha finalizado, se pueden consultar un número importante de imágenes de diferentes poblaciones españolas, prestándose especial interés a la ciudad de Barcelona con un total de 4.000 imágenes (http://zerkowitz.es/index.php/index.php/index.php/galerias).

Respecto al resto de España, en las últimas décadas se ha generado una nueva tendencia promovida desde algunos Ayuntamientos que han sabido ver la importancia que tiene la información ofrecida en las postales sobre el desarrollo urbanístico de su localidad.

Un modelo a seguir es la página web del Ayuntamiento de Toledo en el que han catalogado más de 3.700 postales de la ciudad y sus monumentos. Junto a una ficha descriptica en la que aportan los datos referentes a la postal, incluyen una pequeña imagen de la misma (http://www.ayto-toledo.org/archivo/imagenes/fotos/postales/postales.asp).

La difusión de las tarjetas postales en la BNE

Internet ya es una herramienta habitual entre la población por lo que debería explotarse las posibilidades que ofrece en torno a la difusión de la información. En relación con la colección de tarjetas postales del Servicio de Cartografía de la BNE, apenas está presente en la red. A través de la Biblioteca Digital Hispánica se pueden consultar algunos documentos digitalizados, aunque es un número poco representativo si se tiene en cuenta el volumen tan excepcional que posee dicha institución. También es cierto que existen ciertas dificultades a la hora de digitalizar los documentos. Ante la falta de recursos tanto económicos como de personal, se une el tema tan delicado como es el de los derechos de autor. Algunas instituciones ven al sistema de “open access” como una posibilidad para facilitar la información disponible en sus fondos. Es el caso del Museo del Ferrocarril9 que consideran factible que el derecho de autor pueda convivir con este tipo de difusión, tan habituales y crecientes en la web, siempre que se reconozca la autoría de la documentación y referenciando la cita correspondiente. Sin embargo, otras instituciones son, por el momento, más precavidas con estos temas. Por este motivo, quizá fuera más factible crear una base de datos que reuniera los enlaces web de los diversos fondos documentales dispersos entre las instituciones españolas. Sería una herramienta muy útil para los investigadores en estos tiempos que se requiere cada vez más la inmediatez en la búsqueda de la información.

Conclusiones

En esta comunicación se ha tratado de exponer, principalmente, el valor documental que las tarjetas postales atesoran en sus ilustraciones y las ventajas respecto a su preservación frente a otros materiales gráficos.

Como se ha descrito con anterioridad, las postales no necesitan unas condiciones específicas para su conservación; el tamaño normalizado de las mismas permite que se utilice un mismo mueble para su almacenamiento y, por otra parte, se pueden organizar de forma eficaz siguiendo un método geográfico. Estas peculiaridades favorecen al coleccionismo de las tarjetas y facilitan la labor de aquellos profesionales que tienen que trabajar con estos documentos.

En la actualidad, cada vez más se reconoce la valía de las ilustraciones impresas en las tarjetas postales, aún así existen ciertas trabas que deben superarse como es su escasa visibilidad en Internet y la enorme dispersión de las postales por diversas instituciones que dificulta a los usuarios el acceso a las mismas.

Se ha intentado cumplir con uno de los objetivo propuesto en un principio de mostrar la importancia que la tarjeta postal ilustrada tiene como fuente de información para los investigadores del ámbito geográfico. Es de esperar que los ejemplos incluidos en esta comunicación en los que se ha visto la evolución del paisaje, tanto urbano como rural, y las ilustraciones cartográficas hayan servido para cumplir su propósito. Otro objetivo se habrá cumplido si estos pequeños documentos cargados de historia se tienen en cuenta para futuras investigaciones.

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Notas

1. DRAE: Procedimiento para reproducir clisés fotográficos sobre una capa de gelatina, con bicromato, extendida sobre cristal o cobre.

2. DRAE: Arte de dibujar o grabar en piedra preparada al efecto, para reproducir, mediante impresión, lo dibujado o grabado.

3. DRAE: Procedimiento de grabar un clisé fotográfico sobre planchas de cinc, cobre, etc.

4. DRAE: Procedimiento de impresión en el que la imagen entintada es traspasada a un rodillo de caucho que, a su vez, la imprime en el papel.

5. Información extraída de la Memoria Anual de la BNE de 2010. http://www.bne.es/es/LaBNE/MemoriasBN/docs/Memoria2010_Web.pdf

6. HIGUERAS LOPEZ, N (2012): Benidorm, estudio de su modelo urbanístico. Proyecto Fin de Grado, Universidad de Alicante. http://www.enclaveproyectos.es/descargas/Benidorm_estudio_de_su_modelo_urbanistico.pdf

7. Del Rio Joan, F. (1914): El Ferrocarril de Fernando Póo. Anteproyecto de la Red Insular y Proyecto de la 1ª Sección, Santa Isabel a Basapú Oeste. Imprenta de la “Revista Técnica de Infantería y Caballería”, Madrid, p. 22.

8. Quiero agradecer a D. Martín Carrasco su amabilidad al concederme la oportunidad de conocer su colección de tarjetas postales.

9. Información facilitada por Dña. Raquel Letón, Jefa de Conservación y Archivo Histórico Ferroviario.