La digitalización de la información geográfica ha sido paulatina desde los primeros prototipos de SIG de los años 60. El desarrollo informático permitió ir introduciendo estas tecnologías en todos los segmentos de la cadena productiva. Durante los años 80 presenciamos una importante reconversión en el sector: los grandes proyectos cartográficos nacionales se replantearon sobre una base digital y el sector privado estuvo ya en condiciones de introducir las nuevas tecnologías en su actividad. En los años 90 ya no se trató de una opción: la producción cartográfica analógica no podía competir en productividad con la de base digital. En la primera década del siglo XXI estamos viviendo el fenómeno de Internet. Actualmente se puede considerar como el principal canal de distribución de información geográfica.

Han cambiado los procesos productivos de forma profunda y si antaño el producto final era el papel, hoy en día este ha quedado relegado a ser un subproducto esporádico, generado en función de las necesidades de servicio o de mercado que consideren los productores. El núcleo de toda la actividad gira sobre la captura de datos directamente en formato digital, la actualización y mantenimiento de grandes bases digitales y su diseminación por la Red.

Nuevos tiempos, nuevas posibilidades. Los usuarios pueden permitirse el acceder a ese ingente cantidad de información y manipularla eficazmente desde su lugar de trabajo. El reto actual consiste en que la información disponible pueda ser localizada, pueda ser comprendida e integrada en los proyectos individuales de los usuarios. Una aproximación estratégica como la planteada por las Infraestructuras de Datos Espaciales quiere dar respuesta a esa necesidad.

Nuevos tiempos, nuevos actores. El desarrollo digital permitió la aparición de nuevos expertos, con nuevas habilidades y nuevos productos que han marcado la digitalización de las cadenas productivas. En el mundo de Internet también han aparecido nuevos especialistas, los distribuidores o publicadores de información a través de la red, cuya virtud consiste en saber llegar a los usuarios, ofreciéndoles el acceso a datos y recursos de forma sencilla y rápida.

El proceso está en marcha y el futuro es abierto. Los contínuos avances que están surgiendo nos sumen en una cultura de lo inmediato y lo reciente. Queremos más, mejor y más deprisa. Pero no estamos preparados para salvaguardar, explotar y permitir el acceso a los datos que van quedando obsoletos en el camino de su constante actualización. ¿Quien y cómo debe hacerse cargo de esa gran cantidad de información?

En este trabajo se van a plantear algunas preguntas relacionadas con la conservación de la información geográfica digital [1]. Para ello, en primer lugar se expondrá la forma en que se está procediendo en los centros productores y las problemáticas a las que tienen que enfrentarse. Luego se describirán los diferentes actores relacionados con la producción y consumo de la información geográfica para dilucidar su papel en todo el proceso. Finalmente, a modo de conclusión, se pondrán encima de la mesa las cuestiones a las que nos debemos enfrentar si queremos evitar la pérdida de valor de la gran información hasta el momento recabada.

Problemática

El GTI PC-IDE define Patrimonio Cartográfico como “todos aquellos documentos que contienen información geográfica, que ya no cumplen con el propósito para los que fueron creados y que son susceptibles de reutilización” [2]. Se trata de una definición que sigue la línea propuesta por la Directiva para la Reutilización de la Información del Sector Público [3], que propugna la puesta en valor de toda aquella documentación generada por la administración una vez ya ha sido utilizada para los fines para los que se ha creado.

La información geográfica que ha sido sustituida por nuevas versiones más actuales o más precisas entra de lleno en el marco de la definición de Patrimonio Cartográfico y en el espíritu que lo inspira, la conservación y puesta en servicio de esa información.

No existe una política clara o un protocolo definido para mantener “con vida” la información geográfica “descatalogada”. Usualmente, cada departamento de un centro productor lleva a cabo algunas tareas de mantenimiento esenciales para evitar que la información generada por ellos desaparezca: actualizar los soportes a medida que se van quedando obsoletos, actualizar los formatos de los ficheros para que puedan ser leídos por las aplicaciones vigentes en un momento dado y ordenar los datos de alguna manera para que puedan ser encontrados con facilidad.

Citaremos dos repercusiones evidentes:

• Este tipo de manipulaciones puede conllevar la pérdida de datos en función de diferentes coyunturas: falta de recursos, falta de espacio, insensibilidad hacia esta problemática por parte de los responsables, etc.

• La falta de una política clara de conservación, con múltiples repositorios distribuidos por la organización, dificulta enormemente el conocimiento de lo existente y disminuye su potencial reutilización.

Se corre el riesgo que los datos obsoletos queden sepultados dentro de los servidores que los mantienen con vida pero, a efectos prácticos, perdidos para los potenciales usuarios y, en la mayoría de los casos, para sus propios creadores.

Comparando esta situación con la más tradicional, podemos concluir que se ha roto el protocolo de conservación habitual: la publicación de un mapa era el punto final de un proceso productivo, cerraba una edición, y se disponía para su comercialización a través de los canales comerciales, mientras que algunos ejemplares eran separados para su conservación en los archivos y cartotecas mayoritariamente públicos dispuestos a tal fin. Muchos gobiernos han legislado sobre este proceso mediante el establecimiento de leyes de “Depósito Legal” que obligan a los impresores, incluidos los de mapas, a depositar un número determinado de copias en las bibliotecas nacionales.

El presente digital no encaja con el esquema tradicional. Los procesos y los actores de la cartografía digital han cambiado totalmente. Podemos tomar como ejemplo el papel del impresor encargado de “depositar” las ediciones en las bibliotecas y que ha desaparecido en el panorama actual. Por otro lado, la rapidez en la actualización de la cartografía, ha permitido en pocos años de disponer de distintas versiones de un mismo mapa, pero ¿qué pasa con las versiones que quedan obsoletas? ¿Se guardan? ¿Quién y cómo se hace? ¿Tienen acceso a ella los usuarios?

Ante todas estas cuestiones, veamos el comportamiento de los diferentes actores que participan en el proceso de producción y consumo de la información geográfica: productores, documentalistas/cartotecarios, distribuidores/publicadores y usuarios.

Actores

Productores
Como se ha dicho, hoy en día la producción de información geográfica se está llevando a cabo cada vez de forma más rápida, más precisa y más accesible. Los centros productores actualizan constantemente su oferta. La tecnología lo permite y la presión de los usuarios lo exige. Por ejemplo, el IGN ya dispone de cobertura de ortofoto de España cada dos años y pretende actualizar sus series MTN cada cinco. Una consecuencia de todo ello es que la información geográfica queda obsoleta a la misma velocidad y con frecuencia ni tan siquiera se genera una copia en papel. ¿Qué sucede con esos datos? ¿Existen políticas de conservación y mantenimiento de versiones antiguas? Es más, en el caso de que alguien solicite información no actual ¿cómo se le puede suministrar? ¿existen catálogos de metadatos a los que acudir para descubrir información desfasada?

Las respuestas son negativas. Tal como se ha apuntado en el apartado anterior, cada departamento está llevando a cabo sus tareas de conservación, por lo que en la organización se dan simultáneamente diferentes estrategias, con diferentes responsables al frente y según procedimientos diferentes. El acceso a esos datos por parte de usuarios externos va a depender de la buena disposición de los responsables de esa conservación y de los recursos técnicos que puedan habilitar ambas partes.

Hay que tener en cuenta que las estrategias pueden variar considerablemente según se trate de instituciones públicas o empresas privadas. Conservar documentación digital supone en todos los casos un esfuerzo económico pero no una línea de negocio.

Documentalistas / Conservadores
Los técnicos en la conservación, descripción y difusión de la documentación, estan viviendo profundas transformaciones en su profesión. En el campo específico de la cartografía digital, la labor que ellos desempeñaban en la cartotecas ha desaparecido. Los mapas digitales llegan directamente al usuario a través del productor y/o distribuidor mediante Internet.

Los cartotecarios han visto como los instrumentos clásicos de descripción de la documentación no sirven para la cartografia digital. A ello hay que añadir que las instalaciones y condiciones de conservación de este tipo de documentación también divergen mucho de las usadas para la cartografía en soporte papel [4]. La incorporación de la cartografia digital en las cartotecas y centros de documentación es aún una asignatura pendiente. Este proceso se echa en falta cuando empezamos a tener versiones obsoletas de mapas digitales que se han retirado de Internet y que de facto constituyen “patrimonio cartográfico”. El punto de vista de los documentalistas y/o cartotecarios es fundamental para hacer accesible este material ya que no se trata sólo de recursos técnicos sino de procesos de descripción.

Paradójicamente las cartotecas se han convertido a su vez en productores y distribuidores de cartografia digital al escanear los fondos antiguos en soporte papel. Ante todo ello, los documentalistas son conscientes que el cambio de soporte ha introducido un fenómeno de dispersión que impide valorar la evolución del patrimonio cartográfico en su conjunto.

Distribuidores / Publicadores
Con la versatilidad, universalidad e inmediatez con que la información se disemina a través de Internet la distribución de información geográfica ha pasado de las planchas offset y las estanterías de librerías a clusters de servidores que proporcionan datos cómodamente a cualquier ordenador. Ello ha permitido la aparición de unos intermediarios entre los usuarios y los productores que se caracterizan por su capacidad de mantener en marcha la infraestructura necesaria para poder distribuir este tipo de productos y hacerlo de forma eficiente y fácil para un público amplio. Google, Microsoft y otros se están convirtiendo en las caras visibles de la distribución de información geográfica de referencia, generando ellos mismos o en el marco de alianzas con los principales productores públicos, muchos de los cuales están empezando a diseminar su información de forma gratuita, aunque no siempre de forma eficiente.

¿Están estos distribuidores interesados en la información geográfica desfasada? Dejando a lado los que se relacionan con la cartografía de corte histórico, que seguramente tienen un mercado concreto, hay que plantearse si el interés de estos distribuidores va más allá de la información actualizada y, si es así, si van a asumir el papel de conservar y suministrar versiones desactualizadas de información geográfica. Google acaba de introducir una línea de tiempo en la última versión de Google Earth, de forma que ya se pueden consultar series temporales de imágenes de un mismo punto, pero aún no se ha interesado en la digitalización y georeferenciación de información geográfica. Sin embargo, no podemos dejar de lado esta opción ya que sí ha puesto en marcha, con una notable inversión de recursos, experiencias que podemos considerar afines [5].

Usuarios
El segmento conocido como usuarios es amplio. Al gran público seguramente le es suficiente con la oferta de masa ofrecida por distribuidores como Google, donde los condicionantes de precisión no son tan relevantes como la actualización de la información y la velocidad de acceso. El usuario más exigente, sin embargo, no puede estar satisfecho con la actual situación de dispersión, inhomogeneidad y diversidad de formas de acceso a la información. Se están llevando a cabo importantes esfuerzos en la dirección de solucionar esta situación, que cuenta ya con un respaldo legislativo notable [6]. Sin embargo, estas actuaciones no cubren específicamente el patrimonio cartográfico tal como aquí se ha definido. La mayor capacidad de manipulación por parte del usuario, las expectativas generadas alrededor de la disponibilidad de información en Internet y los mensajes emitidos por los responsables políticos en pos de la gratuidad de la información, alimentan ese nivel de exigencia y a medida que pase el tiempo el usuario comprenderá menos la poca coherencia organizativa en las organizaciones productoras en relación con el patrimonio cartográfico.

Patrimonio cartográfico digital ¿cómo debe plantearse?

Las rápidas actualizaciones que permite la cartografía digital han empezado a dejarnos en pocos años versiones obsoletas de mapas que son substituidas por otras más nuevas y a menudo dejan de estar al alcance de los usuarios. Ante todo queremos reclamar para toda esta documentación el estatus de patrimonio cartográfico y de alguna manera llamar la atención sobre la necesidad de su conservación, descripción y dfusión. Para ello planteamos una serie de cuestiones que esperamos sirvan para impulsar el debate.

• ¿Sería necesario establecer un corpus de procedimientos y protocolos en relación con la conservación de información geográfica?

• ¿Quién debe llevar a cabo la salvaguarda de la información geográfica digital y cómo debe financiarse?

• ¿Son suficientes las actuales normas de metadatos para soportar las tareas de conservación y publicación del patrimonio cartográfico?

• ¿Sería necesario contemplar específicamente el patrimonio cartográfico en las Normas relacionadas con información geográfica que están apareciendo?

• ¿Cual es el perfil profesional de los responsables de conservación de ese tipo de información?

Como primer paso creemos que las instituciones públicas relacionadas con la cartografía deben reunir a todos los actores implicados en su proceso de producción, distribución y consumo con el fin de plantearse la gestión del Patrimonio Cartográfico Digital. Los productores como dueños de la cartografia y de los sistemas de almacenaje; los distribuïdores por la difusión de dicha información; los usuarios como destinatarios finales del producto pero también los documentalistas por la tradición y conocimiento en los instrumentos de descripción y el tratamiento del patrimonio documental.

Notas

[1] Para una discusión similar pero de índole más general, ver Osten, M. La memoria robada. Los sistemas digitales y la destrucción de la cultura del recuerdo. Biblioteca de Ensayo Siruela, Ediciones Siruela, Madrid (2008)

[2] Capdevila, J. Patrimonio Cartográfico. Informe del SGT9. Reunión del GT IDEE Lisboa, febrero de 2009 , http://www.idee.es

[3] Directiva 2003/98/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 17 de noviembre de 2003, relativa a la reutilización de la información del sector público.

[4] Montaner, C, “Disseminatig Digital Cartographic Heritage, Standards and Infraestructures”, e-Perimetron, Vol.4, Nº1, 2009, http://www.e-perimetron.org

[5] Por ejemplo, el proyecto Google Books de digitalización de libros. http://books.google.es/books En el campo de la cartografía, destacar su alianza con la colección de David Rumsey http://rumsey.geogarage.com/index.html

[6] En Europa está vigente la Directiva 2007/2/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 14 de marzo de 2007 por la que se establece una infraestructura de información espacial en la Comunidad Europea (Inspire).