El mundo rural hoy en día se presenta como un crisol que aglutina múltiples realidades que difícilmente pueden caracterizarse de una sola forma, particularidades culturales, económicas y sociales se articulan para conformar territorios singulares. Los primeros estudios sobre lo rural se caracterizaron por analizar el campo en relación con lo urbano. Esta forma dicotómica de análisis dificultó el desarrollo de una reflexión que partiera de lo rural para entenderlo desde su propia dinámica. El objetivos de este articulo es presentar una propuesta en la que se considera al territorio rural como un sistema socioespacial complejo que entraña una materialidad, que es significada por sus habitantes, adquiriendo connotaciones simbólicas que dan lugar a ciertas pertenencias territoriales. En esta propuesta, recuperamos una de las categorías más importantes desarrolladas en la Geografía Humana: el territorio.

Introducción

Nuestra definición de territorio rural, se fundamenta en entenderlo como una construcción social. Sin embargo, lejos de caer en una posición extremadamente idealista, consideramos que el territorio forma parte de una estructura lógica, que permite a los sujetos significarlo. Es decir, nos centramos en una reflexión que tiene como eje resaltar las relaciones existentes entre los habitantes y su territorio, de una manera dinámica. Vinculamos nuestra perspectiva teórica con la exposición de la dinámica histórica-económica y social del municipio de Altepexi en el Valle de Tehuacán, Puebla (México) a través de lo cual presentamos cómo en algunos territorios rurales, la pluriactividad es una característica que históricamente ha estado relacionado con su desarrollo económico, social y cultural.

1. Territorio y geografía

En el territorio convergen relaciones económicas y culturales que configuran la organización del trabajo y su interrelación contribuye a configurar una pertenencia territorial. La propuesta de la cual partimos para desarrollar nuestra definición de territorio rural, se apoya en una visión constructivista de los procesos socio-económicos en la construcción del territorio y de las identidades territoriales. Nuestra propuesta considera que el territorio forma parte de una estructura lógica, que permite a los sujetos significarlo (Searle, 1997).

Consideramos que los habitantes construyen sus territorios diariamente a partir de las diversas interacciones y relaciones sociales que se efectúan día a día, entre ellos y el territorio habitado. En estas relaciones el espacio influye en los individuos y ellos también lo moldean. Las estructuras objetivas del espacio y los significados individuales, permiten que los habitantes reconozcan su relación con el mundo que les rodea. Estas dos instancias coadyuvan a que los habitantes signifiquen y formen vínculos de reciprocidad con el territorio habitado. Los elementos simbólicos encuentran en el territorio un campo de referencias sólido que les permite conformar cierta empatía entre los habitantes con el espacio geográfico.

Desde esta perspectiva consideramos que la interacción de los sujetos con su realidad es un punto medular para entender las formas en las cuales significan el territorio que habitan. Por lo tanto, las relaciones con el territorio parten de los esquemas personales que construyen los habitantes en relación con el medio que les rodea. Esto implica que las pertenencias sociales y territoriales forman parte de un proceso construido activamente. El territorio, lo entendemos como:

a. Una forma de apropiación del espacio
b. El sustrato básico en el cual se construye parte de nuestra identidad.
c. Un reordenamiento del espacio, que se basa en los sistemas de los cuales dispone el hombre para formar parte de una cultura.
d. Un producto de la capacidad que tienen los hombres para transformar con su trabajo la naturaleza que les rodea y también sus propias relaciones sociales.
e. Un medio para reconocer la imbricación histórica de la relación naturaleza y cultura (Raffestin, 1980; Di Méo 1991).

El territorio, es resultado de diversos procesos de apropiación, es identificado por los sujetos y valorizado como soporte de las actividades productivas, así como de aquellas dimensiones subjetivas vinculadas al desarrollo de una identidad propia (Raffestin, 1991). Como tal el territorio es un elemento que permite la constitución de un sentido de pertenencia que forma parte de los elementos que generan una identidad social e individual.

En términos generales nuestra propuesta se basa en un constructivismo que considera en primer lugar el análisis de los procesos de interacción que permiten a los sujetos constituir significados y pertenencias sociales y territoriales. Un constructivismo que considere que cada expresión individual esta mediada por la realidad (Searle, 1997). Lejos de entender el territorio rural como el espacio determinado por sus características físicas, consideramos que es un ámbito en permanente construcción. En este sentido, el territorio no es ni un sinónimo ni un substituto del término espacio, más bien es una forma de apropiación del mismo (Raffestin, 1981).

El termino espacio ha sido, de una u otra forma objeto de múltiples discusiones en la geografía moderna. La geografía clásica consideró al espacio como un soporte cuantificable que fácilmente podía ser descrito, medido, comparado y representado. En los años cincuenta, el conocimiento geográfico, se interesó por elaborar leyes y teorías generales que mostraran el carácter deductivo y científico de la disciplina. Para lograr ese objetivo se dedicó a analizar los fenómenos espaciales por medio de la estadística, una de sus herramientas más confiables (Unwin, 1992, Ortega, 2000). De esta manera, el paisaje se convirtió en la principal categoría en los análisis geográficos de la época, a través de su uso se clasificaron unidades espaciales de acuerdo a sus características físicas para crear modelos. (Santos, 1990, Ortega, 2000).

Esta concepción del espacio, recibió fuertes críticas a mediados de los años sesenta y el principal argumento consistió en indicar que el espacio no está formado, únicamente, por elementos físicos o naturales. Los enfoques que surgieron en este contexto enfatizaron el papel de las personas, así como las relaciones que establecen entre sí y con la naturaleza. A partir de entonces, la “nueva geografía”, empezó a considerar el marco de los procesos sociales que inciden en la constitución del espacio (Unwin, 1995).

De esta manera, el contexto de las relaciones sociales, adquirió mayor relevancia, dando lugar a la formación de nuevas corrientes del pensamiento geográfico en donde destacan el enfoque de la percepción1 (Lynch, 1960; Ley y Samuels, 1978; Bailly, 1979) el enfoque marxista2 (Lacoste, 1976; Harvey, 1973, Lefebvre, 1991) y el humanista (Fremont, 1974; Tuan, 1976; Buttimer, 1984).

2. Hacia un constructivismo geográfico rural

Del conjunto de los enfoques mencionados previamente, destaca la Geografía Humanista, la cual se enriqueció de diversas corrientes filosóficas, entre las que destacan la fenomenología, el existencialismo y el idealismo. La fenomenología ha jugado un papel relevante en el desarrollo de la geografía humanista la cual coincide en algunos de sus preceptos con el constructivismo y su reflexión en el ámbito geográfico.

El enfoque fenomenológico señala que el espacio vivido es el mundo de la libertad de elección individual, el mundo de la experiencia inmediata, anterior por tanto, al de las ideas científicas. El principal objetivo de la geografía humana consistió en reconciliar la ciencia social con el hombre, lo objetivo con lo subjetivo y el materialismo con el idealismo. En este proceso, la idea abstracta de la espacialidad adquiere dimensiones significativas y la distancia define relaciones de proximidad. Por otra parte, subraya el carácter holístico de la ciencia, en oposición a la visión analítica que separa artificialmente los conceptos y para ello busca una teoría global pero simultáneamente contextual que permita interpretar las relaciones recíprocas y activas del hombre con el medio.

De esta forma el concepto de lugar es definido como el espacio absoluto que, por medio de procesos de vinculación emocional, se liga al ser humano y a su vivencia, es decir, se vuelve significativo. Para teóricos como Relph, Tuan y Buttimer el centro de la reflexión geográfica se encuentra en el concepto de lugar (Vicent, Reques y Souto, 1994). Su metodología en principio inductiva, no excluye las técnicas de cuantificación, aunque no mitifica la medida.

En síntesis, en estos acercamientos la subjetividad es un elemento básico para entender el contexto material y las relaciones sociales que se desarrollan en el espacio. Sin embargo, al centrarse en las experiencias y los sentimientos de los actores, olvida la importancia de la interdependencia entre la subjetividad y la materialidad de la realidad, que si considera el constructivismo3.

Precisamente, una de las características que diferencia el concepto de territorio de el de lugar, es que el primero presta atención a las relaciones de poder que se desarrollan entre los actores sociales, ya sea por la apropiación de bienes materiales o por el control en el sentido más amplio. Mientras que el segundo, se interesa por los significados individuales y colectivos que el lugar tiene para sus habitantes.

El concepto de constructivismo geográfico que utilizamos en nuestra investigación analiza las relaciones que se dan entre estructuras sociales y la subjetividad de los actores sociales. A partir del conocimiento de los elementos objetivos establecemos las relaciones que constituyen el sentido a partir del cual los sujetos interpretan y configuran la realidad. En términos generales nuestra propuesta se basa en un constructivismo que parte en primer lugar del análisis de los procesos de interacción que permiten a los sujetos constituir significados y pertenencias socio-territoriales.

En síntesis el constructivismo permite observar cómo los sujetos significan y constituyen a la realidad social a partir de las interacciones entre ellos y el medio que les rodea. Un constructivismo para el que cada expresión individual esta mediada por la realidad, que es significada a partir de los elementos culturales compartidos por los sujetos, materializados en sus practicas cotidianas. En esta articulación la dimensión socio-histórica es un elemento fundamental para configurar el contexto y por lo tanto las características de los territorios.

El territorio además de ser un espacio que ha sido valorizado instrumentalmente (bajo el aspecto ecológico, económico o geopolítico), también lo es culturalmente. En el proceso de valorización la interacción social diaria entre los habitantes permite que el territorio sea, significado, transformado y vivido. En el territorio se inscriben las características de quienes lo habitan y por lo tanto también es fuente de los recuerdos.

En sus inicios, el concepto de territorio4 se vinculó a la formación del Estado-Nación (Sack, 1986). A principios de los años setenta, el geógrafo norteamericano Jean Gottmann, en su obra The significance of territory (1973) señalaba que el territorio es una parte del espacio definida por límites (líneas), que posee un sistema de leyes y una unidad de gobierno, a partir del cual la respectiva localización y características internas son explicadas, definiendo la división territorial del mundo en la historia de la humanidad (Schneider y Peyré, 2006).

Durante los años ochenta, Claude Raffestin (1980) y Guy Di Méo (1991), reelaboraron el concepto de territorio que el estructuralismo había definido, para presentar una categoría constituida por la interrelación de diferentes elementos históricos, culturales, sociales. De esta manera, Raffestin (1991) integra a los actores, el poder, la información, los códigos, los objetivos y las estrategias en su marco de análisis. De acuerdo al autor, en el proceso de apropiación del territorio se estructuran las relaciones entre las sociedades, y en el marco de las prácticas sociales internas, las relaciones entre individuos. Así también, considera que para realizar el análisis de los fenómenos de apropiación espacial y de territorialización del espacio, es necesario partir de las diferencias entre ambos términos. Define el territorio como el espacio sometido a la acción humana, producto de una reorganización del espacio cuyo orden debe buscarse en los sistemas informacionales de que dispone el hombre, en tanto pertenece a una cultura.

En su obra mas relevante Pour une géographie du pouvoir (1980), el territorio se entiende como la manifestación espacial del poder fundamentada en las relaciones sociales, las cuales están determinadas en diferentes grados, por la presencia de energía – acciones y estructuras concretas – y de información -acciones y estructuras simbólicas. Señala también que un territorio es producto de una combinación compleja de fuerzas y de acciones mecánicas, físicas, químicas y orgánicas. El territorio reordena al espacio, en relación con los sistemas informacionales que dispone el hombre al pertenecer a una cultura.

Por otra parte, para Di Meo (1999), en la construcción del territorio participan tres órdenes distintos, en primer lugar la realidad, material y concreta. En segundo lugar se encuentra la subjetividad. En tercer lugar las representaciones colectivas, sociales y culturales. La articulación dinámica de estos elementos proporciona a los sujetos una serie de significados que sirven como referencia para la significación del territorio. El territorio esta compuesto de elementos objetivos y subjetivos, materiales e inmateriales que cada grupo social construye a partir de la proyección colectiva de todas las construcciones mentales e individuales.

El territorio de esta forma, surge de la vivencia y utilización del espacio por los sujetos. El territorio es una construcción, un producto de la historia, en la que convergen elementos geográficos, además de la infraestructura económica y la superestructura político-ideológica y los significados que cada actor social hace del entorno en el que vive (Di Meo, 1991).

En definitiva, tanto Raffestin y Di Meo son referentes importantes para analizar el territorio rural con una mirada distinta a la perspectiva estructural que ha predominado en su estudio. Ambos autores contribuyen a comprender la articulación de elementos simbólicos con estructuras objetivas del espacio geográfico. En la articulación de estos procesos la apropiación no es lineal, es un proceso en el cual confluyen múltiples elementos entre los que resaltan, la historia particular de los individuos, las formas en las que establecen relaciones con los vecinos y su entorno, así como también el tipo de actividades productivas. El conflicto es una característica básica que permea la configuración de todo tipo de territorio; el poder tiene incidencia en la construcción del mismo, aspecto que no recibió adecuada atención en la geografía rural de corte descriptivo.

El territorio sería entonces el resultado de la apropiación y valorización del espacio; en el primer caso enfatiza la relación utilitaria del mismo (por ejemplo, en términos de explotación económica o de ventajas geopolíticas), mientras que en el segundo se destaca el papel del territorio como espacio de sedimentación simbólico-cultural, como objeto de inversiones estético-afectivas o como soporte de identidades individuales y colectivas (Giménez, 2000).

En conclusión, consideramos que el territorio es una estructura material en la que convergen elementos sociales y económicos, además de elementos simbólicos significados por sus habitantes cimentados en componentes culturales que conforman una identidad. En este sentido, el territorio rural es un territorio vivo en el cual se pueden observar ciertos anclajes culturales que permiten seguir hablando de modos de vida rurales, los cuales también experimentan cambios a partir de la llegada de procesos de trabajo industriales. De esta forma, analizamos el territorio rural como resultado de las relaciones que se dan entre las estructuras sociales y la subjetividad de los actores.

Dentro de este esquema lo rural también puede entenderse como una construcción social y como tal está sujeta al cambio. Como consecuencia de ello suelen experimentarse sucesivos procesos de construcción, deconstrucción o reconstrucción. El considerable grado de variabilidad de los ámbitos espacio-temporales en los que pueden experimentarse tales procesos, así como la diversidad de acciones colectivas, eventualmente pueden condicionar los resultados de los mismos, determina el carácter cambiante y circunstancial de lo rural, cuya forma de análisis más adecuada es, por tanto la que adopta un perspectiva histórico-procesual (Entrena, 1998: 14).

El territorio rural debe ser analizado como una expresión socioespacial, como un sistema sociocultural que tiene rasgos particulares pero al mismo tiempo responde a las transformaciones mundiales. Pensamos que la gran diversidad de cambios en el mundo rural es una muestra de la imposibilidad de seguir considerándolo como un espacio hermético. Esto implica colocar en el centro de toda reflexión a los actores, y partir del supuesto de que los territorios rurales están en constante transformación por lo que existe una relación entre historia-actores y cambio.

En esta visión de lo rural, consideramos que es un error considerar una línea evolutiva de su desarrollo (de lo atrasado a lo moderno, de lo rural a lo urbano, de lo agrícola a lo industrial). Desde nuestra perspectiva lo rural no puede ser considerado solo como el “recipiente” sobre el cual la ciudad se ha reproducido, consideramos que es producto de una articulación entre las relaciones económicas y las formas en las que los individuos lo perciben, imaginan y valoran de modos diversos. En este proceso es importante valorizar la experiencia del individuo o del grupo, buscando comprender el comportamiento y las formas de sentir de las personas en relación con sus territorios de residencia. Es también necesario incorporar los elementos histórico-económicos como una parte importante que conforma las formas de valorización de territorio. Es decir, cada individuo y grupo humano, genera una visión del mundo que se expresa a través de sus actitudes y valores.

3. Territorios rurales diversos: Altepexi

Altepexi, se localiza a 20 minutos de Tehuacán5, en la parte sureste del Estado de Puebla, (México) su nombre se compone de los vocablos náhuatl Atl =Agua Tepetl = Cerro. Se caracteriza de otros municipios por la caída de agua que brota de uno de sus cerros. El agua es un elemento básico para el Valle de Tehuacán, y mediante el cual se puede construir parte de la historia regional. En el pasado cuando existía suficiente agua para el riego agrícola, la producción de maíz o jitomate era muy alta. Ante la escasez de lluvias en la región, los pueblos utilizaban el sistema de riego mediante canales o pantles6, que llevaban el agua desde los mantos acuíferos subterráneos y sus galerías filtrantes hasta los campos de cultivo.

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Mapa 1. Ubicación del Estado de Puebla y el municipio de estudio.

En algunos relatos los habitantes nos señalan las diferencias en las formas de cultivar y las diferencias entre las semillas que utilizaban y las actuales:

“…la tierra todavía da pero ya no es como antes, por ejemplo antes no se fumigaba, se sembraba el jitomate con semilla y ahorita son híbridos y lo van a comprar a donde lo cultivan, antes se sembraba la semilla. Ahora hay que cuidar la planta tapándola con una bolsa y fumigarla pero antes no. Aquí por esa razón se perdió el jitomate que le decían criollo, en 1950 todavía existía.” Alberto Pantaleón 74 años Altepexi

Altepexi fue una de las primeras comunidades que albergaron núcleos fijos de población que se dedicaron a la agricultura. La interconexión en el sistema de riego, la producción y comercialización entre Altepexi y otras comunidades de la región permitió que se erigiera como uno de los municipios en los que a principios de siglo XX se desarrollaron actividades muy distintas a las relacionadas con el quehacer agrícola. En Altepexi se instaló en 1899 la fábrica de hilados y tejidos San Juan Nepomuceno Xaltepec. Los pobladores7, nos comentaban en las entrevistas que en esta fábrica se producía todo tipo de tela, la cual era enviada a México y a otros lugares. El material que se utilizaba para confeccionarla provenía de Japón y en la fábrica se estampaba. Durante el tiempo que estuvo en funcionamiento, el municipio de Altepexi era considerado uno de los más productivos. La fábrica funcionaba por la electricidad que producía la turbina principal por la caída de agua del peñasco. Durante esta época en Altepexi8 se encontraban asentadas dos haciendas la de Venta Negra y San Francisco. A la par del trabajo en la fábrica, los pobladores del municipio se dedicaban a las labores agrícolas, especialmente al cultivo del jitomate, algunos alternaban sus actividades agrícolas con la manufactura, debido a las características de la jornada de trabajo en la fábrica, que estaba compuesta de tres diferentes turnos (de 6 am a las 2 pm, de las 2 pm a las 10 pm, de las 10 pm a las 6 am).

“Era una fábrica textil, en la cual salía todo tipo de tela y esa tela la mandaban a México y a otros lugares todo el material para pintar la tela venia de Japón y era una cosa muy bonita, porque aquí se terminaba de estampar, gabardina y toda esa tela para hacer colchones, todo salía de aquí. Se cerró porque ya no era costeable, no se podía sostener, pero no se conservo el edificio. En el tiempo que existía esa fábrica Altepexi era el numero uno en lo industrial, quienes resaltaban en lo industrial en aquellos años, en primer lugar Tehuacán por sus aguas, luego aquí por su fabrica textil, estaba Calipan por su ingenio de azucar, Tilapa por otro ingenio, en aquellos tiempos era un lugar prospero en cuestión industrial” Lucio Barbosa García Altepexi 68 años

Altepexi al constituirse como municipio en 1930 se dedicaría de manera alternada durante algunas décadas a la agricultura de riego y a la confección de tela, hasta el cierre de la fábrica alrededor de 1970. A partir del cierre algunos se dedicaron a las artesanías de carrizo, otros comenzaron a trabajar en las granjas avícolas recién instaladas en el Valle, mientras que un sector reducido viajaba a Tehuacán a emplearse en la incipiente industria refresquera y la maquila de confección (Henao, 1980 y Salazar, 2000).

A partir de 1970 con la instalación de algunas maquiladoras de confección en Tehuacán, en algunos municipios del Valle paulatinamente también comenzaron a instalarse, en Altepexi a mediados de la década de los años ochenta pequeñas maquilas encargadas de alguna etapa muy específica en el proceso de producción surgirían, por ejemplo el deshebrado del pantalón. Finalmente a finales de la década de lo noventa con la llegada de diversas marcas internacionales (Levis, Gap) que buscaban confeccionar sus productos, entre la carretera que une a Altepexi con Ajalpan se instaló uno de los más importantes conglomerados maquiladores de la época, el Grupo Tarrant (propiedad de Kamel Nacif y la Familia Hadad).

A partir de la instalación de este conglomerado comenzaron a surgir maquilas de mediano tamaño encargadas de algún proceso en el municipio de Altepexi. En diversas entrevistas los pobladores señalan que con la instalación de estas maquiladoras comenzaron cambios sociales y económicos más acelerados. Las personas de mayor edad consideran qué quienes han sido más afectados con la llegada de las maquilas, son los jóvenes tanto mujeres como hombres. La escuela también paso a segundo plano debido a que los jóvenes al observar que el trabajo en la maquila provee de un salario semanal fijo, prefieran emplearse en ella que estudiar.

“Creo que la maquila si es atractiva, el día viernes ya viene la paga si tienes habilidad vas ascendiendo, pero siempre y cuando haya buena paga, yo veo de que en Altepexi les gusta tomar, también les gusta trabajar…hay gente que esta en la maquila también porque no tiene otro lugar a donde ir o no encuentra trabajo o se cierra para él no hay trabajo. Mucha gente va a la maquila porque hay otras cosas en la maquila hay otras amistades, otro ambiente por eso digo que es importante, [que llegara] a lo mejor otro tipo de industria”. Francisco Palacios Crisostomo Altepexi 43 años

Los jóvenes se encuentran más interesados en laborar en este tipo de actividades, que en aquellas que se habían considerado “tradicionales” como las agrícolas o artesanales. Por otra parte, comienza un proceso migratorio más acelerado de los pueblos de la sierra, los cuales ven mermado la fuerza laboral para la realización de los trabajos comunitarios. La dinámica económica de Altepexi durante esta década provocó un proceso paulatino de transformación9.

En este municipio actualmente coexisten maquilas que llegan a trabajar para grupos transnacionales y nacionales, campesinos, productores medios y trabajadores rurales segmentados por los procesos de mecanización, grupos étnicos y nuevos desocupados. Es un territorio que se transforma, con límites que se desarticulan y rearticulan continuamente debido a las dinámicas demográficas y laborales. En las calles se puede observar la articulación y contraposición de distintos modos de vida, algunas casas todavía siguen siendo de carrizo, revestidas con paredes de adobe, otras son de loza de concreto y algunas alcanzan los dos pisos. En algunas calles trazos, que son menester de todos los días en las ciudades, se comienzan a observar en las paredes, grafitis de múltiples colores que contrastan con las canastas multicolores de las abuelas que van al mercado en busca del mandado. Los más ancianos, en su mayoría, todavía regatean en su lengua materna los precios en el mercado, sus hijos viajan en bici cargando en la llanta trasera a los más pequeños de sus nietos, los jóvenes miran con atención las nuevas películas de moda, otros entablan conversaciones cibernéticas.

“Durante los últimos 10 años el municipio ha atravesado por múltiples cambios, en 1990 las calle comenzaron a adoquinarse, se comenzó con la instalación de la red de agua, surgieron mas escuelas, antes solo había una primaria, llego la secundaria y después el bachillerato. En ese tiempo había personas que se dedicaban al campo y también algunos eran comerciantes…” Javier Palacios Altepexi 35 años

4. Consideraciones finales

De manera breve el mundo rural observado a través de este municipio nos permite entender la importancia de los diversos vínculos histórico-económicos que configuran las particularidades de los territorios rurales. Hablar de lo rural desde la realidad socio-espacial de este municipio, implica referirse a las transformaciones ligadas a una pluralidad de actividades, las cuales modifican esencialmente dos esferas: al espacio y las relaciones sociales. Esta última considera al mundo rural, como un espacio de vida y un referente para la constitución de la identidad, que al ser afectado de manera directa o indirecta, por la dinámica económica regional, se resignifica y adquiere diversas connotaciones. La vida cotidiana en este sentido, se nutre de diferentes contextos, el resultado es que en este municipio, los modos de vida sean diferentes a la concepción tradicional de pueblerino, pero también a la de lo urbano.

Las transformaciones que impactan en los proceso de trabajo y producción, modifican también las formas de socialización, las instituciones sociales, los patrones, valores socioculturales y los modos de vida. Estas modificaciones son más visibles en las localidades y las identidades, observamos como las diversas formas de vida, de trabajo y visiones del mundo, se encuentran, y dan lugar a nuevas maneras de construcción de lo rural.

Para comprender la dinámica de la vida rural en la actualidad hay que referirse en primera instancia a los procesos locales, partiendo de las vivencias de los pobladores, ya que ellos experimentan los cambios. Son ellos quienes interpretan de diversas formas los cambios. El territorio rural en este sentido, es producto de la capacidad que tienen los hombres para transformar con su trabajo la naturaleza que les rodea y también sus propias relaciones sociales, que interactúan e influyen en su constitución, el territorio rural en síntesis es portador de las historias, de quienes lo viven y lo recrean.

Bibliografía

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Notes

1. La Geografía de la Percepción se centra en el estudio de los procesos cognitivos individuales, en los comportamientos y sus explicaciones, los fenómenos desde esta perspectiva sólo pueden ser aprehendidos y explicados si se ligan al mundo subjetivo de las personas, es decir, a las forma en las que el sujeto representa el espacio. Sus temas de estudio se centran en el análisis de modelos, la estructuración y geometría de los mapas mentales (Vicent, Reques y Souto, 1994).

2. Lefebvre, es considerado uno de los primeros pensadores que comenzó a reflexionar sobre las posibilidades de la existencia de una tercera dimensión en el espacio. Su reflexión teórica se interesó en superar el pensamiento dialéctico, buscando la reconstrucción del marxismo, el cual se encontraba encerrado, desde su opinión, en categorías reduccionistas y binarias (capital/trabajo, burguesía/proletariado). Así es como propone la construcción de una postura trialéctica del espacio social, constituida por: el espacio percibido, el espacio concebido y el espacio vivido.

3. El constructivismo se encuentra influenciado por diversas corrientes de pensamiento entre las que destacan la psicología de la percepción, la epistemología genética de Jean Piaget, las ciencias cognitivas y la sociología del conocimiento de David Bloor y Barry Barnes, (Abbagnano y Fornero, 2008) así como el trabajo de Peter L Berger y Thomas Luckman ([1968],2001). La diversidad de fuentes que alimentan esta tradición ha dado lugar a un continuo debate sobre el peso que debe darse a las percepciones generadas por los individuos ya sea debido a la relevancia de los procesos cognitivos o a los marcos institucionales (marcos materiales de acuerdo a Hacking, 2001) en donde se contextualizan las percepciones de los individuos. El trabajo que desarrolla John R. Searle, (1997) La construcción de la realidad social, parte precisamente de analizar cómo a través de la historia y la acción colectiva se definen instituciones que enmarcan o circunscriben las percepciones y formas de actuar de los individuos. Searle argumenta en contra de la idea de que todo es socialmente construido (lo que define como construccionismo universal) y establece la diferencia entre procesos que son ontológicamente subjetivos y epistemológicamente objetivos.

4. El concepto de territorio se origino en el campo científico por medio de la etología. La primera definición en 1920 es de Elliot Howard, un ornitólogo británico, que pasó largas horas estudiando la vida social de las currucas. Con base en sus investigaciones dedujo algunos de los conceptos revolucionarios de la época (Bonnemaison, 1981).

5. La región del Valle de Tehuacán está conformada por los siguientes municipios: Tehuacán, Chilac, Altepexi, Ajalpan, San José Miahuatlán y Coxcatlán.

6. Los pantles (divisiones de tierra con bordos) son las unidades básicas de riego, que varían en tamaño desde menos de un octavo de hectárea a un cuarto de hectárea, y toman formas variadas dependiendo de la topografía y la propiedad.

7. Información obtenida en entrevistas con los pobladores de Altepexi en febrero del 2009.

8. Una de las calles del municipio lleva el nombre del dueño de la fábrica. Esta calle nos comentan conectaba directamente con las haciendas. No solo con las mencionadas sino con los ingenios azucareros y otras haciendas de la región, si vemos esto formaba una especie de anillo a través del cual estaban conectados los hacendados.

9. Debemos recordar que durante esta década se inicia una reestructuración del capital a escala global, que introduce nuevos métodos productivos que tienden a desvalorizar el trabajo en términos económicos al disminuir los salarios y precarizar el empleo. En este contexto las industrias maquiladoras en México son consideradas como parte de una política de industrialización que propiciaría el desarrollo económico y social de ciertas regiones del país.