Buena parte de los catálogos de mapas que se publican incluyen en su título el término “cartografía histórica”. Para comprobarlo no tienen más que teclear esas dos palabras en su navegador favorito y surgirán numerosos libros, textos, artículos, páginas web y exposiciones. Pueden hacer lo mismo en cualquier archivo o biblioteca digital y hallarán -perfectamente organizados- resultados similares. Según esto, podríamos pensar que un mapa antiguo puede ser calificado como histórico, pero no es así.1

Cartografía antigua no es sinónimo de cartografía histórica. Son dos conceptos diferentes que conviene aclarar y diferenciar. Dado que en España la historia de la cartografía no tiene unas bases teóricas sólidas, nos vemos obligados a recurrir a autores anglosajones y alemanes para demostrar que la frase con que se inicia este párrafo es cierta. Pero vayamos paso a paso.

El punto de partida ha de ser el concepto de cartografía, de la que tomaremos una definición clásica. La British Cartographic Society (1964) la define como “el arte, la ciencia y la tecnología para hacer mapas, incluyéndose los estudios, cálculos, trabajos de documentación y dibujo cuyo resultado serán mapas, cartas, planos, vistas, modelos 3D y globos que representan la tierra o cualquier cuerpo celeste2“. Si la cartografía abarca todas las facetas necesarias para la creación de mapas, también comprende su historia, evolución, metodología o usos, por lo que la historia de la cartografía entra dentro de su campo de acción3.

La historia de la cartografía es una disciplina que ha sido calificada como un territorio deshabitado (no-man´s-land)4 situado en la frontera entre la cartografía, la geografía, la historia, la historia de la ciencia y de la técnica, y otras actividades variopintas. Comenzó a tomar entidad en el primer cuarto del siglo XVIII tras la aparición de las sociedades geográficas, en las que sus aristocráticos miembros se deleitaban coleccionando cuantos mapas encontraban a su alcance. Se vio reforzada con la creación de cartotecas (map libraries) por parte de las principales bibliotecas nacionales y a este carro se fueron incorporando otros organismos. Los propietarios de mapas antiguos (instituciones públicas, privadas o particulares) se encargaron de catalogar sus desordenados fondos y realizaron exposiciones para mostrar tan valiosas propiedades. La incorporación de la cartografía como disciplina académica (alrededor de 1930) unida a su perfeccionamiento teórico y técnico favoreció la curiosidad por los viejos mapas, repercutiendo favorablemente en el desarrollo de la historia de la cartografía. A esto hay que añadir un aspecto muy positivo: los mapas antiguos gustan a todo el mundo y suelen despertar una pasajera admiración entre el público.

A pesar de lo expuesto, la historia de la cartografía no despierta gran interés entre los investigadores. Es una disciplina que adolece de estudios sobre su naturaleza y objetivos, a la que le vendría muy bien una revisión para profundizar en su soporte teórico -poco conocido y obsoleto- y aclarar las definiciones básicas. Los conceptos actualizados deberían ser traducidos y explicados en todos los idiomas posibles para establecer un lenguaje común entre quienes trabajan con mapas antiguos, evitando malentendidos. En España, el vocabulario asociado al mundo de la historia de la cartografía es escaso si lo comparamos con el de nuestros vecinos, y como muestra un botón: no encontrarán la palabra cartoteca en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Por otro lado, el léxico vinculado a esta disciplina no siempre se utiliza correctamente, lo que da lugar a confusiones en la traducción de textos extranjeros: unas veces no se acierta con el término adecuado en el idioma español y otras es complejo adaptar las expresiones de forma literal, pudiendo surgir “palabros” de dudosa eficacia; un ejemplo es la consideración de los mapas como “artefactos”.

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En las diferentes ediciones de la geografía de Ptolomeo, solían combinarse tablas antiguas (izquierda) con tablas modernas (derecha) colocándolas en páginas contiguas. En el caso de los mapas de España convivían una imagen obsoleta y desactualizada que mostraba las provincias romanas con una más moderna, en la que se corregía el perfil peninsular y se incorporaban datos más recientes.

Llegamos por fin a los protagonistas de esta reflexión, los mapas, que han sido definidos de muchas formas a lo largo del tiempo5. Los enunciados han evolucionado y cada vez son más completos, pero mantienen una característica común: en todos ellos se hace referencia a sus cualidades métricas6. Durante la Edad Media y el Renacimiento, para aludir a una representación gráfica se utilizaban indistintamente los términos mapa, carta, tabla, descripción o geografía. Reyes y gobernantes se sintieron atraídos por los mapas (el conocimiento del territorio otorga poder) y encargaron representaciones de sus dominios para tenerlos a la vista y diseñar estrategias económicas, administrativas o militares. Con el paso del tiempo aquellas imágenes quedaron desfasadas y fue necesario confeccionar otros mapas que representaban el territorio con mayor fidelidad y exactitud. Los viejos mapas -ya inservibles- se arrinconaron y al cabo de los años se convirtieron en láminas valiosas, ejemplares raros, escasos, de gran belleza, que terminaron enmarcándose dentro del ámbito de la historia de la cartografía y que hoy se conocen como mapas antiguos.

En ocasiones es necesario abrir la mano e incluir otros documentos dentro de la categoría de mapa antiguo. Con anterioridad al siglo XVIII debería otorgarse la máxima consideración a los croquis, vistas y plantas, que a pesar de no disponer de propiedades matemáticas ni de la fidelidad exigida, estaban muy vinculados a la cartografía. Junto a ellos, sería conveniente agrupar con los mapas antiguos a todos aquellos elementos auxiliares que los acompañan: los bocetos, las tablas de coordenadas, las libretas de campo, los dibujos, los repertorios de caminos e incluso las descripciones geográficas que permiten recrear un mapa perdido o imaginar su dibujo. Para justificar este razonamiento, cabe recordar que en los contenidos de la cartografía se incluye cualquier proceso técnico o gráfico que ayude a la formación de los mapas.

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 Los mapas son documentos métricos y por lo tanto es obligatoria la cuadrícula de coordenadas y la presencia de una escala gráfica y numérica. Desde el siglo XVI, la cartografía fue mejorando conforme evolucionaban los métodos topográficos, los instrumentos de medida y las proyecciones. En la imagen, Carte D´Espagne et de Portugal en neuf feuilles, elaborada con métodos geodésicos por cartógrafos pertenecientes al Instituto Francés de las Ciencias.

Llega el momento de la verdad, el momento de desvelar los argumentos necesarios para justificar que mapa antiguo no es sinónimo de mapa histórico. Recurrimos en primer lugar a una obra de referencia, el “Multilingual dictionary of technical terms in cartography” publicado por la Asociación Cartográfica Internacional (ACI-ICA) que reflexiona sobre numerosas expresiones empleadas en el mundo de la cartografía y establece definiciones que afectan al colectivo internacional7. Sus autores eran conscientes de la confusión que existía -en todos los países y en todos los idiomas- entre cartografía antigua y cartografía histórica y fueron tajantes: se considera antiguo (old map /archaic map) a “cualquier mapa que ya no sirve para el propósito con el que fue producido y que ahora tiene solo un interés histórico o artístico”, mientras que un mapa histórico (historical map) es aquel que “representa características o fenómenos que existieron o que se cree que han sucedido en un periodo pasado de tiempo”. Más claro: un mapa antiguo es aquel que está desfasado y un mapa histórico es aquel que, dibujado en un momento determinado, representa hechos o fenómenos de tiempos anteriores.

Es difícil precisar cuando aparecieron los primeros mapas calificables como históricos, pero en las primeras Geografías de Ptolomeo ya se incluía una tabla antigua de la península ibérica que reproducía las provincias romanas y a continuación un mapa actualizado que corregía la forma de las costas, eliminaba elementos mitológicos, rectificaba la posición de los ríos y trazaba las grandes cadenas montañosas. Durante los siglos XVI y XVII, los principales cartógrafos flamencos mostraron gran interés por los mapas históricos. Abraham Ortelius fue pionero con la publicación de un atlas denominado Parergón, cuya primera edición se publicó en 1570 y de la que se hicieron varias impresiones hasta completar los 600 ejemplares. En esta obra se compilaban mapas históricos que acercaban al público el mundo clásico de Roma, Grecia, Egipto y sus mitos. Otro maestro como Mercator también se ocupó de este tipo de cartografía y es autor de un mapa histórico de la península ibérica como homenaje a Ptolomeo, con la paradoja de que jamás publicó, estando vivo, un mapa actualizado de nuestro territorio. Mapas antiguos e históricos han convivido en los atlas de todos los tiempos y algunos de ellos pueden alcanzar las dos categorías.

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Mapa de España titulado Hispania Veteris Descriptio (1586) que se publicó en un volumen denominado Parergón cuyas láminas mostraban el mundo antiguo. En este mapa histórico (se ocupa de representar hechos del pasado) se situaron las provincias romanas, los nombres de los pobladores de las distintas regiones (celtíberos, vacceos, etc..) y las principales ciudades de Hispania.

Destacados expertos en el mundo de la historia de la cartografía se han hecho eco de la confusión existente y han intentado aclararla. Los más conocidos son sin duda David Woodward y J. B. Harley, editores de un notable compendio sobre historia de la cartografía que abarca desde la Antigüedad hasta el Renacimiento. En el prefacio de la obra explican que la cartografía histórica se refiere a mapas dibujados en el presente para mostrar datos históricos, y ofrecen una importante bibliografía aclaratoria8. Otro gran experto en la materia, el alemán Peter H. Meurer, hace hincapié en el revoltijo de términos y establece que la historia de la cartografía es una ciencia dedicada a los mapas antiguos (early / old maps), que fueron producidos en un periodo determinado del pasado. Por otro lado, afirma que la cartografía histórica se encarga de representar fenómenos que no son actuales en el momento de su elaboración, que se refieren a una época pasada, y que el resultado de esta actividad son los mapas históricos. Tanto la cartografía antigua como la cartografía histórica están vinculadas con mapas antiguos, y aunque tienen muchos puntos en común, sus objetivos son diferentes9. En la misma línea se hallan las explicaciones de Hellen Wallis, coautora de un diccionario de términos cartográficos, quien sostiene que un mapa histórico muestra “hechos derivados de la interpretación crítica de materiales fuente relacionados con elementos culturales y físicos que no existían cuando el mapa fue confeccionado”10. Wallis, responsable de la Cartoteca de la British Library durante 20 años, llegó a establecer tres categorías de mapas históricos en función de los periodos cronológicos que se representaban y confirma todo lo expuesto hasta ahora: un mapa histórico es el que exhibe hechos ocurridos en el pasado. Completando lo expuesto, el canadiense Richard Ruggles matiza los conceptos y señala que ambos términos son interdependientes, pero no intercambiables, y que la diferencia alcanza niveles mucho mayores que los semánticos. La historia de la cartografía es una disciplina con principios filosóficos y metodológicos, mientras que la cartografía histórica se aplica a un área concreta de investigación que recurre a los mapas para mostrar cuestiones específicas11.

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Las cartelas establecen las características del mapa. En la figura izquierda, Ortelius indicaba que había trazado una nueva y riquísima descripción del reino de España, después de muchas ediciones. A la derecha, cartela de un mapa histórico de Enrique Flórez en el que ser representan los obispados y provincias en tiempo de los godos.

El historiador británico Jeremy Black ofrece leves variantes sobre el asunto al afirmar que los mapas históricos nos brindan imágenes que se basan en situaciones históricas, aportándonos información sobre cómo han cambiado algunos hechos (políticos, culturales, etc.) con el tiempo. Afirma que cualquier atlas que contenga mapas históricos nos muestra el pasado y nos permite entenderlo, y si lo comparamos con un mapa actual pueden valorarse cuestiones militares, ideológicas, sociales… e incluso ambientales. También desliza una queja sobre la falta de interés en este tipo de mapas por parte de los historiadores, quienes tienden a ignorarlos en sus estudios12. En 1980 la revista Cartographica publicó un monográfico dedicado a los conceptos en la historia de la cartografía, donde recoge diferentes enfoques de esta disciplina, desde los más tradicionales hasta los más innovadores. El primer capítulo comienza con una advertencia: “no se debe confundir la cartografía histórica con la historia de la cartografía” porque la geografía y la cartografía histórica son procesos para reconstruir circunstancias geográficas del pasado, mientras que la historia de la cartografía muestra el desarrollo del conocimiento humano en relación con la representación gráfica de la tierra13. Esta advertencia, que ya había sido realizada por Skelton en 1972 y confirmada por varios autores posteriormente, está siendo olvidada de forma reiterada por muchos de los que nos acercamos al mundo de los viejos mapas.

Como resumen de este apartado dedicado a las referencias, podemos asegurar que los más respetados autores de tratados sobre historia de la cartografía -españoles o extranjeros- emplean la expresión “cartografía antigua” para referirse a los mapas del pasado, y tienen clara la diferencia entre un mapa antiguo y un mapa histórico. Cabe añadir que no hemos encontrado a nadie que afirme que pueden usarse ambos términos indistintamente, con la excepción de la Wikipedia: en la definición de mapa histórico explica que da lo mismo ocho que ochenta y que todo el monte es orégano. No se lo pierdan. Deberíamos rematar este apartado con aportaciones españolas, pero es difícil encontrar definiciones claras y contundentes en un mar donde predomina la confusión y se bailan ambos conceptos.

A partir de todo lo expuesto, podemos definir como cartografía antigua la que se conserva desde tiempos pasados y se ha quedado obsoleta en algún sentido, mientras que la cartografía histórica es la que representa aspectos y hechos vinculados con la historia. Desde perspectivas más cotidianas observamos que no hay exposiciones de bicicletas históricas, ni carreras de coches históricos: en este tipo de eventos solemos utilizar la palabra antiguo. Algo similar ocurre con los libros: en las ferias de libros antiguos se exhiben libros viejos -y a veces de ocasión-, mientras que las novelas históricas se refieren a hechos ocurridos en otras épocas, a veces cercanas, a veces lejanas. Por último, podemos recurrir de nuevo al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua donde se define como antiguo algo que “existe desde hace mucho tiempo”, mientras que histórico, es algo “perteneciente o relativo a la historia”.

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Mapa de los Obispados y Provincias antiguas de la Iglesia de España en tiempo de los Godos (1859) que se publicó por primera vez en el tomo 4º de la España Sagrada de Enrique Flórez aunque este ejemplar apareció como lámina suelta. Es un mapa histórico que representa las antiguas provincias eclesiásticas y las sillas que tenía cada una en tiempos de los godos.

El lector puede preguntarse ¿y es necesario darle tantas vueltas a este asunto? ¿Y si nos ponemos de acuerdo para decir que histórico y antiguo son sinónimos y se acabó el problema…? Lamentablemente no es posible llegar a un acuerdo, porque cuando los investigadores españoles publicasen sus trabajos en congresos internacionales estarían confundiendo conceptos que en otros países están claramente diferenciados. Sería mejor aclarar los términos actuales e incluso importar otras acepciones convenientemente traducidas. Una de ellas podría ser la de “early map” que se refiere a “mapas producidos antes de los primeros levantamientos de precisión, del área que representan”. Es una expresión poco utilizado en el mundo hispanohablante (a veces se transcribe como mapa primitivo) que evita los límites temporales concretos e introduce como factor diferenciador el desarrollo de la técnica. También hay otras lagunas e incoherencias que sería conveniente revisar: una de ellas consiste en establecer en qué momento un mapa alcanza la consideración de antiguo. La definición que establece el diccionario multilingüe incluye una variable temporal, pues indica que sirve “para describir mapas manuscritos o grabados producidos antes de mediados del siglo XIX”, pero esta limitación excluye cartografías posteriores a esta fecha. ¿Qué ocurre con los mapas posteriores a 1850 que no encajan en la definición de la ICA, que ya están anticuados y que han perdido la utilidad con la que se concibieron? Habría que modificar los límites temporales y extender la categoría de mapa antiguo hasta tiempos más recientes, -tal vez la implantación de la fotogrametría en el proceso cartográfico-, e incluso inventar una nueva palabra para los posteriores. Hemos de tener en cuenta que en nuestros días la cartografía se queda obsoleta a una velocidad vertiginosa, y un mapa realizado hace apenas unas décadas puede considerarse antiguo.

A pesar de lo expuesto, muchos de los catálogos de mapas que se publican, tanto en España como en el extranjero, insisten en denominar al patrimonio cartográfico (otra expresión pendiente de matizar) como cartografía histórica. Parece que la acepción “cartografía antigua” está siendo desplazada por la de “cartografía histórica”, aunque es difícil precisar la razón. Tal vez sus usuarios consideran que el término cartografía antigua es vulgar y procuran darle un toque más culto incorporando una palabra de mayor categoría. Puede ser producto del influjo de la informática, donde los ficheros antiguos se denominan históricos. Sea cual fuere el motivo, esta confusión está basada en el desconocimiento de la materia y muchos de los que usan la acepción “histórico” para referirse a un “mapa antiguo” han sido influidos por una cohorte de supuestos expertos, quienes deberían documentarse convenientemente. Cada disciplina tiene un vocabulario específico que hay que respetar y hemos de evitar que se mezcle y confunda con otras jergas profesionales.

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Mapa anacrónico de la Península obra de Mercator, quien falleció sin llegar a publicar los mapas de España actualizados. Solo pudo editar esta imagen clásica como homenaje a Ptolomeo.

Queda patente la necesidad de revisar la terminología utilizada en la cartografía española. No solo los términos más conflictivos (cartografía histórica, cartografía antigua, mapa primitivo…), también muchos otros (incunable, mapa exento, patrimonio cartográfico, cartoteca…). Por ello sería conveniente que la ACI-ICA actualizase el Diccionario de Términos Multilingües que fue redactado hace 40 años. Al mismo tiempo, debería abordarse la redacción de un Diccionario Multilingüe de terminología cartográfica para las lenguas de España, siguiendo los pasos de otros diccionarios técnicos. Además de la utilidad básica como diccionario, servirá para analizar y redefinir los términos asociados al proceso cartográfico.

Tras este manifiesto a favor de la expresión “cartografía antigua”, hemos de advertir que tales mapas (los antiguos) pueden ser peligrosos y causar la muerte de sus usuarios. Así lo relata Alan Mumby14. En octubre de 1879 un geólogo se hallaba en Gales invitado por el dueño de la mansión denominada Fablan Fawr, al pie de las montañas de Snowdonia. Cansado de actividades sociales, aprovechó un viaje de negocios de su anfitrión para visitar una cantera alojada en el interior del macizo montañoso, donde tomaría muestras para sus estudios. El día amaneció nublado, pero no se desanimó. Metió en su mochila el almuerzo, un martillo y sus libretas, preguntó a un criado por la ruta a seguir y tras anotar todos los detalles se puso en camino. Nuestro montañero alcanzó su destino alrededor del mediodía, sudoroso y cansado, pero el espectáculo geológico compensaba el esfuerzo. Rompió cientos de piedras, tomó algunas muestras y tantas anotaciones que solo alrededor de las tres de la tarde se dio cuenta que tenía que regresar. El sol se ocultó tras las nubes y comenzó a llover. Al afrontar la parte más alta de la ruta, el temporal arreció y en el collado principal una espesa niebla impedía la visibilidad. El caminante iba recordando las referencias principales: un árbol roto, aquella bifurcación a la derecha, atravesar un pequeño bosque… Sin saber cómo se vio cruzando un arroyo que no le era familiar y optó por retroceder para recuperar la buena senda, pero no encontró las señales. Estaba perdido.

Se sentó a valorar la situación. Podía esperar a que levantase la niebla o pasar una noche al raso. Mientras cavilaba escuchó un ladrido, luego pasos en la niebla y por último el ruido de un bastón. Gritó pidiendo auxilio hasta que contestó una voz en galés, que dio paso a un anciano sonriente cubierto con una capa, acompañado por un perro. El caminante le indicó que se había perdido, pero el viejo solo contestaba en su idioma. Ante la falta de entendimiento repitió varias veces el nombre de Fablan Fawr, tras lo cual el viejo sonrió, sacó un mapa, lo extendió sobre una roca y señaló un punto con ese nombre. La casa no estaba dibujada, pero el topónimo se hallaba rotulado en un claro junto a las montañas. Su nudoso dedo índice marcó repetidas veces la ruta que le llevaría a casa. Sin parar de sonreír, dobló el mapa y se lo dio al geólogo, quien tras agradecer su generosidad, se despidió y echó a andar. A los pocos metros se volvió y su salvador solo era una figura que se esfumaba. Se apresuró para recuperar el tiempo perdido y avanzó deprisa envuelto en la niebla. Cada poco consultaba el mapa identificando los lugares por los que pasaba y logró cruzar las cumbres sin incidentes, iniciando un descenso pronunciado que le llevó a una ladera muy escarpada. Era necesario ser muy cauteloso porque la visibilidad era escasa. A pesar de las precauciones resbaló con una piedra suelta y cayó al suelo. Esto le salvó la vida. La roca se precipitó al vacío con un lento golpeteo: estaba al borde de una pared vertical. Miro el mapa y no halló ningún precipicio; sobre el papel el camino descendía en zigzag hasta el valle sin ningún obstáculo reseñable. La situación era complicada y decidió esperar hasta que se disipase la niebla. Al cabo de un buen rato escuchó voces al fondo del acantilado y gritó cuanto pudo para guiar a sus salvadores, dos criados de la mansión que ya le echaban de menos. Con ayuda de cuerdas sortearon un paso complicado, rescataron al visitante y le devolvieron a casa sano y salvo.

Ha tenido suerte, le indicaron. Hace cuatro años un hombre se despeñó en el mismo sitio y recogimos su cadáver destrozado. Lo más curioso es que llevaba en el bolsillo un mapa anticuado en el que no estaba reflejado el gran deslizamiento de 1852, que arrastró la ladera y dejó cortado el camino. ¿De dónde habría sacado aquel mapa el infortunado? A raíz de este acontecimiento, el ayuntamiento editó un mapa nuevo y actualizado en el que figura el gran cortado y un nuevo sendero que evita el precipicio. Todavía conservamos aquel mapa antiguo. Puede verlo en la biblioteca. Cuando todos se hubieron marchado, el geólogo extendió el mapa sobre la mesa y lo comparó con el que le había entregado el anciano. Ambos eran idénticos, amarillentos, con aspecto arcaico, y llevaban en el margen el nombre del editor y la fecha: “Madog Ap Rhys, 1707”.

El dueño de la casa regresó al anochecer y el viajero le contó la extraña aventura sin citar al viejo ni el mapa. El anfitrión amplió algunos detalles, sobre todo la sorpresa de encontrar en las manos del muerto un mapa antiguo del que solo se conservaba un ejemplar en la biblioteca nacional de Gales. Había sido editado por un ermitaño, de nombre Madog, que vivía en las montañas y que a veces ayudaba a los caminantes perdidos. Murió en 1720 pero se mantiene una superstición local según la cual su espíritu se aparece para ayudar a los viajeros extraviados en la niebla. El geólogo se retiró a dormir confuso y sorprendido. Muchas leyendas hablan de espíritus que acechan a los caminantes para acabar con ellos, pero en este caso, un bondadoso ermitaño repleto de buenas intenciones dirigía a los viajeros hacia una muerte segura entregándoles un mapa antiguo.

Notas

1. Este artículo tiene como punto de partida la publicación: CRESPO, A.; WYTTENBACH, A. F. (2011): “¿Cartografía antigua o Cartografía histórica?” Estudios Geográficos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Vol. 72, nº. 271, pp. 403-420.

2. “The art, science and technology of making maps, together with teir study as scientific documents and Works of art. In tis context, maps may be regarded as including all types of maps, plans, charts and sections, 3d models and globes, representing the earth or any heavenly body at any scale”

3. Throwner la define como producción de mapas que comprende el diseño, la compilación de datos, la formación, las proyecciones, la reproducción, distribución y uso. THROWER, N. (1996): Maps and civilization: cartography in culture and society. Ed. University of Chicago Press, Chicago, 339 pp, p. 246.

4. HARLEY, J. B, & WOODWARD, D. (1987): History of Cartography. Vol 1: Cartography in Prehistoric, Ancient, and Medieval Europe and the Mediterranean. Ed. University of Chicaco. 600 pag, pp. XV y XVI.

5. Se han recogido 321 definiciones de “mapa” en la página web MAPHIST Discusion Papers. [En línea], http://www.maphist.nl/discpapers.html [29 de septiembre de 2014].

6. Throwner propone “representación -generalmente sobre un plano- de una parte o toda la Tierra o cualquier otro cuerpo, mostrando características como el tamaño relativo y la posición geográfica”. THROWER, N. (2002): Mapas y civilización. Ed. del Serbal, Barcelona, 338 pag, p. 250.

7. STEINER, F. (1973): Multilingual dictionary of technical terms in cartography. Ed. International Cartographic Association. Commission II: Definition, Classification and Standardization of Technical Terms in Cartography. Wiesbaden. LXXXIII, p. 573.

8. HARLEY, J. B. & WOODWARD, D. (1987): ‘Preface’, The History of Cartography, vol. 1, Cartography in Prehistoric, Ancient, and Medieval Europe and the Mediterranean, editado por David Woodward (Chicago, University of Chicago Press), xv-xxi, p. xviii.

9. MEURER, P. (1998): “Ortelius as the Father of Historical Cartography”, en Abraham Ortelius and the First Atlas. HES Publishers, p. 133-159.

10. WALLIS, H. & ROBINSON, A. H. (1987): Cartographical innovations : an international handbook of mapping terms to 1900. Map Collector Publications and International Cartographic Association, Londres. 353 pags, pp. 107-109.

11. RUGGLES, R. I. (1981): “Concepts in the history of cartography”. Archivaria nº 13. Cartographic Archives, Review books. Ed. Association of Canadian Archivists, Toronto, pp. 140-144. http://journals.sfu.ca/archivar/index.php/archivaria/issue/view/372/showToc

12. BLACK, J. (1997): Maps and history: constructing images of the past. Ed. Yale University Press, New Haveb, 267 págs.

13. BLAKEMORE, M. J. & HARLEY, J.B. (1980): “Concepts in the History of Cartography, A Review and Perspective”. Cartographica. Vol. 17, n. 4, Monograph 26, 120 p. p 4-8.

14. Confiamos en que Mr. Munby (1913-1974) podrá perdonar esta versión de su fascinante relato An encounter in the Mist.

Las imágenes incluidas en este artículo proceden del libro CRESPO SANZ, A. y VICENTE MAROTO, M. I. (2014): Mapas Antiguos de España de los siglos XVI al XIX. Ed. A. Rodríguez, Valladolid, 319 pág.